sábado, 1 de julio de 2006

Operación bikini

Querida Mara:

Una sombra se proyecta sobre la arena de la playa de Las Moreras. Ignorando su posible amenaza, bajo ella podrían refugiarse poblaciones enteras. La barriga rebosa impertinente sobre la goma del bañador. El drama se masca al contener la respiración y meter tripa para ajustarla a la talla de las bermudas de las rebajas del año pasado.

Inútil. Hemos escuchado más a la cigarra que a la hormiga durante el invierno. Y lo estamos pagando hoy, justo este 1 de julio de operación salida de vacaciones. La madrugada del 30 de junio se sobresaltó por los aullidos de pánico de quienes se animaron a probarse el tanguita antes de empaquetarlo en la maleta rumbo a la costa. Demasiado tarde para prevenir la tragedia mientras de fondo suena la banda sonora estival, el melódico opá del Koala.

Invisibles a nuestros ojos, cartucheras y michelines se hacían fuertes en el frío enero. Camuflada bajo la pana, los jerseys y el abrigo de paño, la grasa se acumulaba traicionera. Nosotros, inocentemente inconscientes vivíamos felices tapeando sin intuir lo que se nos avecinaba.

Si te tragas una tarta de chocolate te retiran el carné culinario de golpe para toda la vida

Sé que te prometí en mis propósitos de año nuevo, Mara, acercarme al gimnasio aunque fuera para invitar a un café a la monitora de aeróbic. Pasados siete meses te confesaré que aquella promesa cayó en saco roto al igual que apuntarme a un curso de inglés intensivo o enrolarme en un buque mercante para conocer mundo. De echarme novia, ni hablemos.

En primavera las revistas de la imagen y los trapos, ya plantearon la operación bikini. Toda una estrategia digna del mejor Napoleón. No les escuchamos, preferimos adorar ídolos de barro como la clara bien fresquita para combatir los primeros calores.

Sin embargo, las recetas mágicas del adelgazamiento siempre encuentran adeptos. El boca a boca de las terrazas de autoayuda recomienda una fórmula magistral que viene que ni pintada hoy que arrancan a la limón el carné de conducir por puntos y las caravanas de playeros.

Invisibles a nuestros ojos, cartucheras y michelines se hacían fuertes en el frío enero

Al parecer se trata de una especie de dieta también por puntos, que determina un número de créditos diario. Cada alimento viene a costar una cantidad de los susodichos a distribuir a lo largo de la jornada en función de las calorías de cada alimento. Dicen que funciona y reduce unos kilitos.

Qué quieres que te diga, tanto a mis mollas como a mí mismo, tras comentarlo, nos recuerda mucho al invento de la DGT. Vamos, que si te tragas una tarta de chocolate te retiran el carné culinario de golpe para toda la vida. Multa, ayuno perpetuo y curso de reciclaje vegetariano.