sábado, 24 de junio de 2006

El destete y el pisito

Querida Mara:

A tus siete meses en este mundo de locos, empiezas a recorrer el arduo camino de la emancipación. En este caso, la materna. Todo empezó cuando en el Río Hortega, en el momento en el que tus pequeños pulmones se acostumbraban al oxígeno viciado por las obras, cortaron el cordón umbilical.

Ahora te llega el destete. Adiós a la leche de mamá. Muy sabrosa a juzgar por tu cara de satisfacción. Te ha llegado la hora de probar nuevos sabores. Esos purés de verduras, que sólo ingerimos con gusto a tu edad o el pan convertido en chuche. A fuerza de babearlo acabas convirtiéndolo en papilla de migas.

Es ley de vida. Desde que nacemos, maduramos. Sin embargo, el trepidante ritmo de independencia se frena en seco a partir de este instante. La siguiente etapa en esta carrera de la emancipación puede que te llegue dentro de varias décadas. Toca esperar, querida.

Antropólogos, sociólogos, biólogos, zoólogos y muchas otras profesiones acabadas en ‘logos’ llevan siglos investigando qué nos diferencia del resto de animales. Y, en especial, del resto de mamíferos. Que si el lenguaje, que si la capacidad de imaginar… La respuesta la tienen las inmobiliarias. En el salto evolutivo nos distinguimos de leones, osos, jabalíes, orangutanes o marmotas por el precio de la cueva.

Las mondas de patata aportan una dieta rica
en proteínas, vitaminas y carbohidratos

Un representante gubernamental o similar ha comentado recientemente, basándose en no sé qué estudio, que los treinteañeros no descuelgan sus posters de Mecano del dormitorio porque no quieren. Que siendo mileurista se vive estupendamente. Eso ya es ir a todo tren, cuando muchos no alcanzan los 900. Vamos, que no se van/vamos de casa de los papis porque el servicio está 'mu' mal. O algo así.

No le falta razón. Las hipotecas están al alcance de todos. Al que no le salen las cuentas es porque se piraba las clases de matemáticas. Es fácil, mira, el 90% de sueldo para el banco y el resto para hidroeléctricas, gasistas y demás benefactores. Siempre se puede dejar un 1% para mondas de patata que aportan una dieta rica en proteínas, vitaminas y carbohidratos. Vamos, que si Popeye lo hubiera sabido habría abandonado las espinacas. Y si te sobra, lo ahorras para el master.

En cuanto a los alquileres. Chollos, chollazos. Incluso embargan un poco menos de sueldo, aunque luego sólo te quede el aire. En el sector nos encontramos auténticas joyas… trasteros con bonitas vistas a la plaza 43 del garaje, luminosas buhardillas de ventanas tapiadas, pisos amueblados que bien podrían servir de museo etnográfico… ¡Una ganga!

En fin, Mara, que con el destete probablemente se haya frenado en seco tu proceso emancipatorio. La siguiente etapa, los viajes del Imserso.

sábado, 17 de junio de 2006

Peatones con llantas

Querida Mara:

Tenía que recordártelo, lo siento… 4-0. Impresionante. País conmocionado. Sonrisa generalizada incluso en la cola de los pagadores del IRPF en Hacienda. De pasar de todo por miedo a otra decepción amorosa con la roja, a vernos en el altar de la final pasando por capilla. Así somos, de la nada al todo en menos de un segundo.

Aquí me tienes, mundialeando, que es una forma como otra cualquiera de pasar el rato. ¿Harta ya de ver esféricos y césped hasta en la papilla? Pues te diré, pequeñaja, que no hay mal que por bien no venga. Es decir, que gracias a la fiebre del Mundial, al menos ni nos hemos enterado de la campaña del referéndum del estatut salvo por alguna bronca. A veces los políticos quedan en pañales a los ebrios hooligans.

Mañana juega, entre otras selecciones, la mágica Brasil. Así que si Ronaldinho mete un gol de antología, con un poco de suerte, ni nos enteraremos del resultado de la votación popular a la más fea de marras. Los herederos de Pelé bien lo merecen.

Había pensado hablarte de otras cuestiones pero, como siempre, me abandono por los cerros de Úbeda o San Cristóbal. Este último me viene que ni al pelo porque, aunque pasees cómodamente en tu sillita bajo palio, te consideraremos peatón. Si los conductores deambulan al amparo del mencionado santo, digo yo que los viandantes disfrutaremos de la protección de algún homólogo suyo, aunque sea la de un beatífico becario o santo en prácticas.

En todo caso es un suponer. Más bien quimera, a juzgar por los atascos de furgonetas de reparto y progenitores estresados que, de camino a los almacenes o al colegio, colapsan las escasas calles peatonales de nuestro centro a primera hora de la mañana.

En estas zonas, supuestamente ideadas para caminar, los que no gastamos otra goma que la de la suela de los zapatos acabamos arrinconados contra la pared o incluso encaramados a una jardinera para dejar paso al mensajero urgente de turno.

El verano asoma. Supongo que Ramón García prepara ya su regreso con el ‘Gran Prix’, ese crisol televisivo de culturas de los pueblos de la España estatutaria. Se me ocurre una idea, una nueva prueba: Sortear los vehículos estacionados por quienes les gusta tomarse el cafelito de primera hora con el coche bien aparcado a la puerta. Son unos sentimentales. Eso o se niegan a malgastar una sola caloría caminando más de tres metros porque las extremidades inferiores, más conocidas como piernas, debieron desarrollarse para pisar el pedal del embrague.

Total, que nuestras calles peatonales acaban agobiando más que la M30 en hora punta. Por mis partes, fiel al espíritu darwinista, he dado un salto evolutivo. Me he incorporado retrovisores en la chepa y claxon en la punta de la nariz. En cuanto al tubo de escape, lo dejamos para otro día.

sábado, 10 de junio de 2006

Gigantes caídos

Querida Mara:

Un gigante paseó feliz por las calles de Valladolid hace un tiempo. Aún quedaba alguna década para empadronarte. Corrían años asombrosos en los que en Berlín caían muros de la vergüenza, Cela recogía el último Nobel español en la fría Estocolmo, ‘El club de los poetas muertos’ animaba a los corazones adolescentes a pensar que nada era imposible y la mirada de Bette Davis nos abandonaba para siempre.

Mientras pasaba todo aquello por el mundo, a orillas del Pisuerga, 1989 pasaría a la historia por traernos a un gigante con la delicadeza de una frágil bailarina. Los pucelanos alzábamos la cabeza hasta las nubes, de puntillas, para intuir su barbilla. Eso sí, cuidándonos mucho de que, en un descuido, nos pisara con las enormes barcazas que gastaba de zapatos. Todos nos sentíamos orgullosos de contar con un vecino de tal calibre.

Él parecía a gusto, pese a morar tan lejos de su Lituania natal. Se llamaba, se llama, Arvydas Sabonis. 2 metros y 21 centímetros de puro talento y arte bajo la canasta, a un suspiro de la palma de su mano. La ciudad entera rugía maravillada por sus jugadas en la pista, que acabaron llevándonos a las semifinales de la Korac.

Un gigante paseó feliz por las calles
de Valladolid hace un tiempo

No ha sido el único que nos hizo soñar. Por el Pisuerga han pasado otros notables como los míticos Homicius, Tikhonenko o el cañonero imparable, Oscar Schmidt. Sin olvidar a Lavodrama, Hansen, Brabender, Bustos, Bento o ese chico de la cantera, Lalo.

Infinidad de nombres para una historia que arrancó en enero de 1940 y mucho antes en la cantera del emblemático Lourdes, pese a que mi generación apenas conozca al club de baloncesto de Valladolid con otro apelativo que el de Fórum. Esa única palabra se traduce por estos lares como baloncesto.

De estampitas mal pegadas

Ahora, por unas estampitas presuntamente mal pegadas, cromos de mayores, el club ha enfermado. Los más agoreros, Mara, incluso dicen que agoniza. En todo caso, el diagnóstico es grave.

El club se ha quedado sin patrocinador principal y, de no encontrarlo, podría desaparecer. Vaya preocupaciones, me dirás, cuando respiramos contaminación aliñada con una mijita de oxígeno y las fragatas israelíes se dedican a bombardear chiringuitos playeros.

Quizá sólo reste esperar la llegada de un Dimitri Piterman o declararnos ciudad dormitorio

La memoria sentimental hace de las suyas. Son recuerdos de tardes de sábado en la grada o pegados a la puerta del pabellón, sin entrada, sintiendo las vibraciones de los cristales provocadas por el suspiro de alivio ante la salvación del descenso.

Lo más triste, sin embargo, es la escasa capacidad de reacción de las fuerzas vivas pucelanas. Si existen. Padecemos una abulia mesetaria que nos cerró el Teatro Zorrilla, ni se inmuta mientras el Real languidece en Segunda y nuestro baloncesto puede acabar condenado al patio del colegio.

Muchos presumimos de vallisoletanos, pero son pocos los que dan un paso adelante. Tal vez porque los que más tienen, las grandes empresas, sean en su mayor parte foráneas. Lo nuestro no es lo suyo. Quizá sólo reste esperar la llegada de un Dimitri Piterman o declararnos ciudad dormitorio.