sábado, 30 de diciembre de 2006

Mala uva

Querida Mara:

Desde esta madrugada hay un tirano menos en el planeta. Sin embargo, me temo que esto no significa que vivamos en un mundo mejor. Horas después, decenas de irakíes han reventado en una explosión más que añadir a la larga lista de atentados de la posguerra.

La ley de la horca demuestra la hipocresía paleta del sheriff tejano en los mismos días en los que otro dictador, a miles de kilómetros, moría calentito en su cama rodeado de familiares enriquecidos y fanáticos cegados. Es más, en el ejercicio del abuso de poder, unos cuantos canallas similares siguen atormentando a sus pueblos sin que a la geopolítica neocon le importe un bledo.

Aprovechando las fechas, dadas a los resúmenes, he releído la carta que a estas alturas de 2005 te escribía. Pocas diferencias, así que he estado tentado de perpetrar un corta y pega, autofusilándome. Ya sabes, la mezcla de mazapán, turrón y espumoso genera una especie de hormigón cerebral que inmoviliza neuronas y voluntades.

Hace doce meses, un día 31 de diciembre, te comentaba, literalmente, que “Bush sigue fastidiando al globo entero, el cambio climático ya no es una fantasía de ecologistas irredentos, petróleo e hipotecas se disparan, el mundo a tortas en cada esquina…” Más o menos, como hoy. Ah, y Fernando Alonso de nuevo campeón.

Probablemente, salvo sorpresas, pensaba que la ejecución de Sadam sería la última gran portada de un 2006 que se despide con más pena que gloria. Me equivocaba, como siempre.

Una de las pocas luces que alumbró de esperanza este año, el alto el fuego permanente de ETA, ha ido apagando su llama con el paso del tiempo entre empecinamientos, discusiones bizantinas, kaleborrokas y secretismo oficial. De hecho, mientras remato estas líneas, las noticias de la radio informan de la explosión de un coche bomba en la T4 de Barajas. Menos de 24 horas después del optimista discurso del presidente. ¡Qué poco nos dejan soñar, Mara!

Ahora que vocalizas tus primeras sílabas, te repetiré aquello que te dije cuando la ilusión acarició las páginas de sucesos “La palabra, querida Mara, es el mayor don de nuestra especie pese a que unos cuantos sean incapaces de emplearla. No en vano, André Bretón sentenció que el pensamiento y la palabra son sinónimos”.

Tal y como está el patio, me refugiaré en la alegría de tu mirada descubridora. En este 2006, has crecido mientras los demás nos hacíamos mayores. El tiempo no es el mismo para todos. En esta etapa inicial, en la que la vida se cuenta por meses, han brotado los dientes que te permitirán paladear los primeros sabores; tus piernas ya te sostienen y te impulsan en carrera hacia el futuro; ‘papá’ y ‘mamá’ son tus palabras preferidas mientras a nuestro lenguaje cotidiano regresan términos como ‘comunicado anónimo’, ‘evacuación’ o ‘controles’; tus manos sujetan con firmeza las cosas… Por favor, empléalas con mayor sabiduría que nosotros para construir un mañana mejor, aunque sea de plastilina.

Por una vez, pensaba despedirme con espumillón pero las uvas se me han atragantado.

lunes, 25 de diciembre de 2006

La gripe

Querida Mara:

El cuerpo está ahí. No me refiero a Elle McPherson ni al objeto del delito sino al tuyo, al propio de cada uno. Como sucede con la caldera, sólo nos acordamos de él cuando se estropea coincidiendo con las primeras nieblas. Ocurre igual con nuestro organismo, del que sólo nos preocupamos cuando da guerra. En este caso, tu primera gripe, con flemas incluidas en homenaje a los especiales de aquel legendario Martes y Trece que nos salvaban del tedio navideño general.

Ahora eres demasiado pequeña para comprenderlo, especialmente porque aún no dominas la expulsión controlada de mocos, pero la gripe mola. Gracias a ella te escaquearás primero del cole y después del trabajo. Cuando se agotan los moscosos y las vacaciones se desvanecen sin puentes a la vista, confía en ella. Acabará llegando.

Te lo dice la experiencia. En esta cuestión te habla todo un experto del asunto viral. A lo largo del año no hay bichito microscopio que renuncie a la calidez de mi interior. Inconscientemente debo ser un anfitrión de cinco estrellas y bufette libre para estos gamberros de la tos. Desconozco si albergo piscina climatizada o mis glóbulos blancos son objetores de conciencia, pero casi me acompaña una por estación. Menos mal que tomo naranjas.

Así que dada mi flojera, he aprendido a sacarle partido a los estornudos. Te recomiendo que hagas lo mismo. Ya sabes, siguiendo la doctrina de Bruce Lee, “empty your mind. be gripe, my friend”. Vamos, que te dejes llevar o algo así.

Pasados los peores momentos de fiebre, escalofríos y delirios, deléitate con los mimos ajenos. Disfruta de la caricia del nórdico arropándote. Las siestas mejoran con unas décimas arrullándote. Los agobios cotidianos quedan aparcados en un oasis de sosiego perfumado de vicks vaporub y vapores de eucalipto.

Normalmente nos resistimos. Luchamos, peleamos en vano. Nos hacemos los valientes. Acudimos a la oficina pañuelo en ristre. Son esfuerzos inútiles. Los virus han pagado paquete turístico por nuestras mucosas y no abandonaran el complejo hotelero. Como la familia, vuelven por los primeros fríos para ayudarnos a escapar de los estreses cotidianos. Saquémosle partido.

En el sofá bien tapaditos, con el jarabe y el termómetro cerca, es una oportunidad de conocer la programación televisiva matinal. Horario éste reservado normalmente a quienes se ocupan del hogar, jubilados y estudiantes en semana blanca. Ante nosotros se abrirá, estimulados por la fiebre estupefaciente, un universo sin igual de recetas de cocina, consejos saludables, tertulias que naufragan del rosa al amarillo, sucesos que superan Pesadilla en Elm Street y un montón de maravillas del entretenimiento diario.

Tan sólo ha sido un ejemplo de los beneficios de la susodicha congestión. Total, Mara, con medicamentos dura una semana y sin ellos, siete días.

sábado, 25 de noviembre de 2006

Parte de guerra

Querida Mara:

Después del botellón infantil de tu primer cumpleaños, pasamos revista. Según el parte oficial de tus progenitores, no se registró ninguna baja. El parqué sigue incólume, sin rayones; el sofá conserva la tapicería original, sin lamparones; la vajilla conserva la formación marcial, sin grietas; las paredes mantienen intacta la pintura, sin graffitis; ninguno de los invitados resultó damnificado, sin ingresos en urgencias. Ni un chichón. Lo que se dice, una fiesta digna de un embajador y sus bombones.

Y es que hasta el protocolo funcionó. Conseguiste aprenderte eso de levantar el índice cuando te preguntaban repetidamente la edad. Ya veremos qué dedo alzas ante la misma cuestión con varias décadas en las patas de gallo. Lo de soplar la vela, para otra convocatoria. Ya habrá más suerte en el segundo aniversario.

Continuando con el parte de guerra, buenas noticias en la revisión del año con el pediatra. Si no, supongo que te habrían devuelto a fábrica. Al parecer, destrozas los percentiles. Unas tablas ligeramente esotéricas que, según me cuentan tus orgullosos padres, mide parámetros de altura y peso en porcentajes con la media standard de tu edad. Resultado, que estás hecha un pivón.

En principio, con una doble pirueta mortal en el teclado, este rollo pediátrico iba a servirme de excusa para desbarrar sobre ese fenómeno hipocrático en que se ha convertido el personaje de la televisiva House.

Las alas de la vida

Sin embargo, acaba de aterrizar en mi bandeja de entrada un correo electrónico recordándome que este viernes se ha estrenado ‘Las alas de la vida’, premio al mejor documental en Tiempo de Historia de la última Seminci. El protagonista en esta película es otro médico, pero muy diferente. Como sé que no eres la única que escucha estas cartas que te escribo, aprovecho para recomendarla.

Durante tres años las cámaras han acompañado a este galeno, cooperante y comprometido con la sanidad pública, para compartir ante el objetivo un íntimo testimonio que contribuya a dignificar tanto el bien vivir como el bien morir. Junto a él caminamos por el difícil transitar en el deterioro físico que le viene causando la atrofia de múltiples sistemas (AMS).

En 90 minutos, las personas que aparecen en pantalla adoptan una serenidad casi socrática ante el fin que se divisa. En absoluto resignada, pero sí consciente de que tan natural como respirar es dejar de hacerlo. Huyen de cualquier dramatismo. La enfermedad y la muerte están presentes, pero las ganas de vivir del médico se imponen contando su historia personal. “si es posible con una sonrisa”, apostilla el protagonista, Carlos Cristos.

Esto último lo consigue con la humanidad que se desparrama más allá de los 35 milímetros del filme. Cuando aparecen los títulos de crédito, tan sólo apetece inspirar fuerte para coger fuerzas y correr a disfrutar de cuanto somos. Seamos lo que seamos.

sábado, 18 de noviembre de 2006

Feliz, feliz en tu díaaaaaa

Querida Mara:

En unas horas, cuando el sol sestee, empezarás a contar la vida por anualidades abandonando las mensualidades en las que te has apoyado hasta ahora. Ya las recuperarás de nuevo en tu etapa laboral encarnadas en nómina y los trimestres escolares marcarán tu calendario vital. Persona y tiempo, encadenados hasta el fin de sus días.
En este aniversario, tu primero, pensé descolgarme con un acústico, ‘unplugged’ le llaman los más cool. Un aviso de Protección Civil me ha hecho recapacitar. La pertinaz sequía se ha tomado vacaciones, una fuerte borrasca avanza por el mapa… tampoco queremos ser los culpables del desbordamiento de pantanos. Así que ya te susurraré el feliz cumpleaños al oído, como una nana de la cebolla.

Te seré sincero, como casi siempre. Si fueras adulta te mentiría más. Esta carta me ha costado. He sudado, pese a la temperatura, pensando qué decirte en tan única ocasión. He dudado, he vacilado, he desechado ideas… Ni el café ni el tabaco me han ayudado a romper la maldición del folio en blanco. Bueno, pantalla.

En este año te di la bienvenida al mundo, te hablé de neuras personales como la crisis del paso a los 30, despotriqué contra políticos y personajillos de nuestra España, sollocé por la búsqueda imposible de piso… Incluso empleé los papeles de Salamanca como kleenex. Te he dado bien la lata, la verdad.

Vamos, que si lo sospechas te quedas un poco más al calor del vientre de Sandra. Supongo que saber que te esperaba el abrazo de Diego te animó a salir. Total, que en estos monólogos epistolares te he deformado convenientemente el mundo a mi imagen y semejanza. Al menos a imagen y semejanza de mis muchas neurosis. Tengo que dejar de escuchar a Calamaro mientras escribo.

Repasando nuestra correspondencia, echo en falta que tú me cuentes el mundo. Tu mundo. Ahora que lo palpas curiosa, que te lo llevas a la boca para descubrir nuevos sabores, que observas cómo los colores se han asentado en tu retina… ¿cómo lo ves? Cuéntanos. Reinvéntalo para quienes pasamos junto a una amapola sin olerla o nos refugiamos en la bufanda cuando el viento acaricia el rostro. Tú que odias el paraguas, recuérdame cómo se siente la primera gota de lluvia en la piel.

Confío en que, cuando mis dientes sean postizos, al geriátrico me llegue semanalmente la carta de la niña ya mujer. Si las dioptrías me lo permiten te leeré atentamente. A través de tus palabras, querida Mara, me revelarás el mundo, tu mundo, el de tu generación. ¿Cómo será? Espero que menos hipócrita, insensible y dogmático que el que yo vengo detallándote. En el futuro nos aguarda la esperanza, que hemos de afianzar en la rutina del presente.

Has alcanzado la primera estación de tu tránsito. Recuerda que en el vagón te acompañamos muchos y que el carril no es único. Sopla la vela con todas tus ganas, pronto le acompañarán otras. Pide muchos deseos y no te olvides de cumplirlos.

sábado, 11 de noviembre de 2006

Universitarios televisivos

Querida Mara:

Recuerdo unas jornadas fantásticas en el Paraninfo de la Universidad, apenas hace unos años. Prefiero no recordar cuántos para evitar sentirme mayor. Cientos de estudiantes abarrotaban el recinto, sentados en el suelo, empleando carpetas y apuntes como asiento, protegiéndose del frío mármol. La riada humana se desbordaba prácticamente hasta los emblemáticos leones que guardan su fachada desde hace siglos.


Tal expectación no se debía a que regalaran aprobados generales sino que las jóvenes mentes acudían a escuchar las palabras de un maestro. Un hombre, un poeta. A Benedetti -don Mario, querido Mario- la casa del saber le concedía el doctorado ‘honoria causa’ por sus muchos méritos con la palabra y el sentir.

A cambio, el rapsoda uruguayo regaló sus últimos versos a punto de entrar en imprenta. Probablemente aquellos momentos sean uno de los mejores recuerdos de las aulas junto a tertulias, cafelitos, partidas de mus y flechazos en la biblioteca. Por aquella experiencia, sin duda, merecía la pena rascarse del bolsillo las tasas de la matrícula.

Pero los tiempos y las gentes cambian una barbaridad, que decía el otro. Y esta misma semana, zapeando en calidad de yonki herciano, me topé con un programa de vísceras que en su despedida agradecía la presencia entre el público de estudiantes de una universidad privada vallisoletana. La muchachada, al verse en pantalla, jaleó enfervorecida al jefe de pista del circo amarillo. Habían alcanzado su medio segundo de gloria efímera.

La escena me dejó K.O. Lo confieso. No es que piense que los universitarios deban levitar por encima de la realidad en las nubes académicas. Tampoco soporto a quienes citan a Kant para hablar de fútbol o cuelan a traición un logaritmo neperiano. Desde luego, mucho menos pienso que unas generaciones sean superiores a otras.

Sin embargo, uno supone que a los templos del saber acuden gentes ávidas de conocimientos, deseosas de aprender para construir un mundo mejor. Que de las aulas salen seres críticos con la formación adecuada para contribuir al progreso general.

Y, de pronto, descubres que lo que realmente mola es acomodarse en la grada televisiva para asistir al despellejamiento de un loro por varias hienas que, por cierto, acostumbran a presumir de su título periodístico. Patente de corso para enmendar la libertad de información.

Mucho debemos estar metiendo la pata para que quienes concitan la atención de los universitarios sean Cantizano o Mariñas interrogando, con ayuda del polígrafo, a personajes del calibre de Ámbar o Andrés Burguera. Todo esto cuando se cumple el centenario de la concesión del Nobel a Ramón y Cajal.

En fin, Mara, me despediré esta semana tomando prestados unos pensamientos del poeta: “Usted aprende y usa lo aprendido para volverse lentamente sabio, para saber que al fin el mundo es esto: en su mejor momento una nostalgia, en su peor momento un desamparo y siempre, siempre un lío”.

sábado, 4 de noviembre de 2006

Dilemas prenavideños

Querida Mara:

¿A qué huelen las nubes? ¿De qué materia están compuestos los sueños? Tranquila, que no se trata de un examen de entrada en la guardería, aunque el misterio que te presento hoy probablemente sea tan difícil de responder como estas metafísicas cuestiones. Los días encapotados me pongo así. Omitamos el adjetivo calificativo, si no te importa.

Tras el paréntesis que supone la Seminci en la rutina pucelana, aprovecho para plantearte ahora un enigma que me acompaña desde antes del susodicho festival. Aunque, claro, estoy seguro de que intentarás escaquearte con la típica excusa. Ya te veo en plan, jo, que no llevo ni un año en este mundo. Dame un poco más de plazo, como los 90 días de confianza que nos piden los políticos al encaramarse a la poltrona.

Cuando levantas la cabeza de la sillita de paseo, quizá para mirar a ese quesito que llaman luna, puede que te hayas percatado de su presencia. Como que no quiere la cosa, a la chita callando, llevan unas tres semanas entre nosotros. Aparecieron de buena mañana, colgadas por duendecillos municipales con nocturnidad y alevosía.

Desde entonces, las guirnaldas de bombillas apagadas nos recuerdan la inminente llegada de las fiestas navideñas. Están al caer. Más o menos les faltan aún dos meses. Más o menos, ya te digo, porque más allá del comienzo oficial, cada uno tiene una fecha marcada en su calendario interno. Tampoco faltan quienes viven en una navidad perpetua, y unos cuantos se quedaron estancados en su propio carnaval. Sólo hay que encender ese electrodoméstico que acaba de cumplir medio siglo entre nosotros y comprobarlo en informativos y magazines.

La pregunta que me corroe las entrañas es: ¿por qué tanta prisa? Tal vez sea una estrategia de los ayuntamientos para que en las calles, vías y avenidas de sus respectivas localidades reine el espíritu navideño. Las ciudades se convertirán en escenarios de las películas de Frank Capra donde los coches no pitarán a los ancianos al cruzar los pasos de cebra, los vecinos se saludarán en el portal y los especuladores plantarán pinares.

Pues me temo que la estrategia está fallando porque seguimos intentando meterle las varillas del paraguas en el ojo al resto del personal. Además, las consultas de los psicólogos ya tienen números clausus por culpa de la avalancha de depresivos navideños que, en esta ocasión, han madurado antes.

Vivimos en una sociedad anticipatoria, eternamente insatisfecha. Necesitamos ir a la velocidad de la luz para no detenernos en nosotros mismos. En junio ya se anunciaba la vuelta al cole del próximo curso, cuando muchos ni siquiera habían sembrado las calabazas de septiembre. A este paso, las rebajas de verano tocarán en febrero y las de invierno, en julio.

Por la parte que te toca, Mara, aprovecha y gatea que luego ya no te dejarán hacerlo. Ya habrá oportunidad de correr. Me despido con otro dilema. ¿Qué gracia tendrían los buñuelos en agosto y el roscón de reyes en abril? Celebra Villalar con un roscón. De sorpresa, un estatuto de comunidad histórica.

lunes, 23 de octubre de 2006

Trago doble

Querida Mara:

Si al simpático traviesillo que dirige los infortunios de Corea del Norte con su cardado al viento, Kim Jong Il, le da por volarnos esta semana, dudo que me entere. No me mires con cara de limón, que no me quedo el refugio nuclear para mí solo. En el caso de que al tipo, que juega con Bush a ver a quién le mide más el misil de largo alcance, le diese por desencadenar el Apocalipsis me pillaría en las butacas del Calderón.

Sin abono, dudo que los acomodadores de la Seminci dejaran entrar la radioactividad. Confío en ellos. Ya sabes que cuando apagan las luces, en la sala hay que estar calladitos. Seguramente los festivales los inventó alguien cansado de que el vecino de la fila de atrás le fastidiara la peli con el envoltorio de los gusanitos.

Desde ayer, muchos buscamos refugio de esta lluvia otoñal al cubierto de la espiga de la Semana vallisoletana por excelencia, después de la Santa. Curiosamente, la misma en la que uno puede lucirse ante las visitas prediciendo que lloverá. A nuestro cielo le encanta aguar las fiestas. Que se lo pregunten al añorado San Mateo.

El viernes comenzaron unos días que muchos aguardan con impaciencia el resto del año. De los excesos de cafeína para aguantar a Angelopoulos ya te hablé en otra ocasión así como de esos seres excepcionales, los semanistas, que mantienen vivo este certamen, en plena meseta, medio siglo después de su nacimiento con todas las bendiciones eclesiales.

Comiendo con un buen amigo, andaba yo quejoso, qué novedad, por la necesidad de revitalizar el festival, rogando un poco de alfombra roja y glamour para su mejor supervivencia. Sin soltar el tenedor, él dio con la clave para su adictiva persistencia. El elixir de su eterna juventud, al menos de su longevidad, parece garantizado. La Seminci es cada vez más un oasis del séptimo arte. En sus aguas podemos beber extrañas delicatessen procedentes de diversos rincones del globo a las que las pantallas comerciales les están vetadas el resto del año.

Entre plato y plato, repasamos algunos títulos memorables que nos han reconciliado con el invento de los hermanos Lumiére. Películas que, pegados al asiento, nos han hecho sentirnos más vivos que cuando degustamos un suculento menú de Arzak o por nuestra piel se arrastra la caricia sensual de la amada. Mira que soy friki, Mara. Repasando sus nombres, como si se tratara de antiguas amantes, me recordó que, de no haberlas descubierto aquí, jamás nos habríamos conocido. Nunca llegaron al videoclub ni al satélite.

Ciertamente, tras la gala inaugural se nos abre una caja de Pandora que nos deparará momentos soberbios –de emoción o de aburrimiento-. Los programas festivaleros recuerdan a un plato de pimientos de Padrón. Unos pican y otros, no. ¿Cuál será el que abrase nuestra garganta? Arriesguémonos. Si la vida hay que bebérsela a grandes tragos, camarero, póngame una sesión doble.

domingo, 15 de octubre de 2006

Pa-ta-ta


Querida Mara:

La sonrisa como la fantasía parece condenada en muchos de nosotros a desaparecer con la caída de los primeros dientes de leche. La causa de su extinción tal vez se deba a la vergüenza de mostrar una boca diezmada. Quizá el Ratoncito Pérez no sea tan buena gente como pensábamos y nos permute la inocente leche de nuestros tiernos molares por la mala ídem que nos acompañará hasta que el odontólogo nos los cambie por otros artificiales.

En general, una cara sonriente genera reticencias. En el autobús de la hora punta, apretados como mejillones enlatados, un tipo con semejante gesto ufano despierta sospechas. Muchos tratarán de esquivarle la mirada por si se trata de un psicópata. Otros le retarán en un particular duelo visual. Como preguntándole, ¿tú de qué te ríes, so merluzo? Acto seguido se mirarán disimuladamente la bragueta. La mayoría pensará que algo se ha metido. Que nadie va tan feliz a las ocho de la mañana. En la siguiente parada le esperará la unidad de emergencias psiquiátricas urbanas para aplicarle un reparador electroshock.

Si te acercas sonriente a la correspondiente ventanilla, el funcionario o el empleado de banca sospechan. Con razón. Seguro que viene a atracar. Y si el inspector de Hacienda nos saluda con amabilidad, escrutamos el brillo de su pupila temiendo que nos la vaya a meter doblada. Cuando alguien es simpático, inmediatamente nos preguntamos qué quiere vendernos aunque sea nuestro abuelo dándonos la propina. Aquí ya no sonríe ni Supernany.

Vivimos crispados. He podido comprobarlo, más bien reafirmarme en esta opinión, en un reciente viaje en tren. El hábitat controlado para el experimento era agradable. Vagones de este siglo y no de la postguerra, como en otros recorridos, revisores amables, temperatura racional, buen servicio de cafetería y un paisaje moderadamente entretenido. Incluso nos deleitaban con películas decentes cuyos diálogos podían escucharse perfectamente en los cascos gratuitos.

Sin embargo, ya en el andén, empujones para subir antes que nadie, codazos para colocar nuestra maleta mejor que el vecino, gritos por estorbar un anciano en el pasillo, broncas para que ni se te ocurra estirar la pierna, ocupación a codazos el reposabrazos… Vamos, que más que un TALGO recordaba a la Polonia de entreguerras o ciertas tertulias sobre el ácido bórico. La única sonrisa, cuando un pobre incauto, cargado de bultos, descubría aterrorizado que se había equivocado de vagón. “Este es el 8 y el suyo es el 1… Va a tener que cruzarse enterito el tren”, le socorría algún samaritano con cara de hada madrastra.

Al final va a ser cierto ese manido latiguillo de la jungla urbana. En el asfalto los demás se nos antojan rivales, invasores de nuestro propio espacio. Enemigos en potencia dispuestos a robarnos el sitio para aparcar, colarse en la panadería o apropiarse del único columpio libre del parque. Al igual que otros depredadores nos rugimos a la mínima, por si acaso. Cualquier día acabaremos marcando nuestro territorio levantando la patita por la calle.

sábado, 7 de octubre de 2006

Los peligros de la moda


Querida Mara:

Sinceramente, ya te lo había comentado, me tienes perplejo. Pensaba que cuando dabais el salto de la cuna al parqué emprendíais una loca carrera a gatas como quads desbocados por la ciudad. En mi imaginación incluso veía atascos de pequeñajos gateando por la guardería, con la puericultura travestida en agente de tráfico. Supuse también que junto a la cartilla de vacunación, el pediatra adjuntaría el correspondiente carné por puntos.

Nada más lejos de la realidad, al parecer. En cuanto nos despistamos, os erguís para trastabillear y acabar con los riñones de los progenitores. Todo el día agachados para serviros de taca-taca y evitar que metáis dedos en enchufes o juguéis a la caída de la Torre de Babel con el perchero.

Observándote dar tus primeros pasos a buen ritmo, uno -torpón de naturaleza- intuye la grandeza del pequeño milagro evolutivo que supuso para nuestros velludos ancestros dar el salto para caminar a dos patas, ahora llamadas piernas. Mantener la estabilidad con el centro de gravedad tan elevado tiene su complicación.

Así que al ver perder el equilibrio con elegante artificiosidad a una de las modelas que estos días han desfilado en Milán apenas me extrañó. En el mínimo intervalo de un minuto, de un extremo a otro de la pasarela, cayó en dos ocasiones con un juego de tobillos que parecía el Coyote persiguiendo al Correcaminos al borde del precipicio. Los informativos han repetido la escena hasta la saciedad como noticia graciosa entre bronca y bronca del poder judicial. Si ya es complicado combinar ambos pies, que prueben a calzarlos en unos delgados taconazos de aguja de quince centímetros. Tú la entenderás, Mara.

En fin, que el mundo de la moda tiene sus riesgos. Especialmente el de las modas. Ahora que apaga sus focos la Pasarela de Castilla y León, amadrinada por Amaya Arzuaga, conviene alertar. Nada más terrible que convertirse en una fashion victim. Te prevengo ahora, con tiempo, Mara, en previsión de tu adolescencia. Evita clonarte, que es práctica habitual a los 15 uniformarse. Así vemos, especialmente los fines de semana, a hordas de alegres muchachitas vestidas con sus mejores marcas, medio ahorcadas por collarones de perlas de su abuela, taconazos de mamá y muchacho aflequillado, con el cuello del polo al viento, colgado del brazo.

Algunas prendas, como las oscuras golondrinas de Bécquer, acaban volviendo para pesadilla de muchos. Superados los 80, suspiramos aliviados al perder de vista las mallas de lycra bajo las faldas, que ahora regresan traicioneras con el nombre inglés de leggins. Como homenaje a Eva Nasarre, retornaron los calentadores incluso en agosto.

Es sólo un anticipo, un alfiler. Por las noches, me revuelvo, entre pesadilla y pesadilla. No querría asustar desde este púlpito epistolar a la audiencia, pero me temo que sí. El día se acerca. Las hombreras serán las siguientes. Y esta vez no se irán. El primer presagio, el remake de ‘Corrupción en Miami’. Lo juro por Don Johnson.

sábado, 30 de septiembre de 2006

Los becarios vuelven a las aulas

Querida Mara:

La vida en un suspiro. Cuando menos nos demos cuenta, serás una de ellos. Una becaria. Supongo que para entonces quienes pasen por tal condición no tendrán que padecer manidas bromas a costa de la ominosa herencia de su patrona, Mónica Lewinsky -de todo menos santa-, con su altar erecto sobre las ruinas del despacho oval de la Casa Blanca. La misma que hoy promueve la legalización de la tortura y el secuestro. Haz el amor y no la guerra. Sabio consejo.

La de becario es una de las obligadas aduanas por las que todo futuro mileurista debe pasar. Ahora que empieza el curso universitario, al igual que los amores estivales, las prácticas veraniegas tocan a su fin. Unos meses en los que en redacciones, bufetes, empresas y otros ámbitos del mundo real aprenderás a hacerte mayor fuera de las cuatro paredes de la cuna del aula.

Llegado el momento, cuando cruces la puerta, las pupilas te delatarán. Tu iris azulado desprenderá a partes iguales arrolladora ilusión y temor iniciático. Miedo a meter la pata que, sin embargo, no impedirá que pronto te pongas el mundo por montera. Las miradas condescendientes de los veteranos acabarán convertidas en cierta complicidad incapaz de ocultar tanto la envida por la insultante juventud como el recelo a que les jubiléis.

Ese tiempo ayuda no sólo a aprender el oficio con el que uno quiere ganarse las perras sino también a contrastar la solidez de la vocación. Incluso sirve para abandonar la pasantía rumbo a Broadway. Cubierto de legajos, hipotecas, tasaciones y formularios más de uno ha descubierto que realmente a lo que quería dedicarse era a hacer pulseras de cuero en Tarifa.
La de becario es una de las obligadas aduanas
por las que todo futuro mileurista debe pasar
Jornadas en las que apuntes y manuales caducan a la velocidad de la luz frente al día a día del trabajo. En la jerarquía laboral, del becario dícese chico o chica para todo. Portar con estiloso equilibrio los cafés, disimular ante el atranque de la fotocopiadora, enfrentarse al arcaico fax, enseñar al carca del jefe a utilizar el correo electrónico, cubrir ruedas de prensa en Moncloa e incluso preparar una opa hostil a la competencia porque en la oficina, en agosto, no queda ni el tato.

Alegría, desenfado, timidez, inquietud, nerviosismo, taquicardias y tropezones forman parte del legado ambiental que los becarios dejan a su marcha en el aire otoñal de las oficinas hasta que aterrice el siguiente reemplazo. En su mochila, la carpeta de apuntes, la corbata torcida y el bocadillo de mamá. Las nuevas quintas solapan a las anteriores sin plazo para la nostalgia más allá de las obligadas cenas de despedida. Hasta que un día alguien reconozca en pantalla a aquel muchacho del acné. ¿Le recuerdas? Ah, sí. Ahora presenta el telediario.

lunes, 25 de septiembre de 2006

A por la 51ª

Querida Mara:

Recién cumplidos tus diez meses en este mundo que te deformo, pareces decidida a patearlo enseguida. De la sillita a la carrera, sin estaciones intermedias ni gateos. Las nuevas generaciones pisan fuerte, que dirían nuestros ancestros de Atapuerca. Haces bien en erguirte pronto, que no hemos nacido para arrastrarnos.

Estrenas botas, que parecen de playmobil, cuando los primeros cielos nublados con sus tormentas intempestivas arrastran olores a tierra mojada, vientos de lejanas latitudes y recuerdos de cine. Los de la memoria sentimental en el que las colas del Roxy, tapizadas bajo los paraguas, se funden en negro con el descubrimiento de los universos de Von Trier, Fernando León y tantos otros.

En estas ondas arranca hoy la cuenta atrás hacia la 51ª Semana Internacional de Cine de Valladolid, la SEMINCI, que aguarda a la vuelta de octubre cuando los grandes enrollen la alfombra roja hasta la próxima cita. Con el equipo del certamen transformado en sastre rematando las costuras del nuevo traje, cada año único, comenzamos a conocer algunos de los títulos que abotonarán un cargado programa de películas, cortos y documentales.

Los semanistas crecen en las incubadoras

de las salas de cine

Durante unos días la recia capital castellana se convierte en sede cosmopolita de gentes de mil idiomas que adornarán sus calles con variados acentos y ropajes. Entre el exotismo y el glamour foráneo, sin embargo, destaca la infantería que padece o se emociona con cada historia en las trincheras de las butacas del Calderón.


Son los semanistas, una especie en constante expansión que crece generación tras generación en la incubadora de las salas de cine. Loach quizá nos ponga los cuernos y cambie la ribera del Pisuerga por la costa azul de Cannes, pero ellos permanecen inasequibles al desaliento ante las decepciones de algunos crímenes de lesa humanidad cinematográfica, compensados con sorpresas tan entrañables como ‘El hijo de la novia’ o ‘Familia’.

Se les reconoce por el hábitat que frecuentan en esta reserva natural del ptimo arte que quiere ser la SEMINCI. Cazan entradas en colas convertidas en mobiliario urbano, discuten enardecidos por un raccord y mantienen las constantes vitales gracias al suero intravenoso de la cafeína. La mejor aliada cuando Manoel de Oliveira se pone detrás de una cámara. El Apocalipsis parece más cercano que el final de cualquiera de sus obras.

Cumplidas las bodas de oro, el matrimonio entre cinéfilos y su Semana parece razonablemente bien avenido con sus más y sus menos. Para seguir nutriendo los regimientos de espectadores, querida Mara, no estaría de más reforzarte la papilla con granos de espiga y una pizca de Trouffaut aliñado con Kiarostami. Nos vemos en la cola.

sábado, 16 de septiembre de 2006

El tornillito

Querida Mara:

El otoño se anuncia, en estas vísperas, con la caída de la hoja en forma de fascículos que tapizan hasta el último rincón de los kioscos. Los colegios abren nuevamente sus puertas para acoger la diáspora de mochilas y uniformes en la vuelta al cole. Así que no podíamos ser menos tú y yo, con los primeros fríos regresa a las ondas nuestra relación epistolar.

Atrás quedan ya los días de playa y montaña, los chiringuitos, el ‘opá’ del Koala e incluso la depresión postvacacional. Del verano tan sólo permanece, inmutable desde hace décadas, el perenne fracaso de la selección de fútbol. Los chicos de la roja no entienden de estaciones. Nos decepcionan por igual independientemente del mes o año. En eso hacen gala de una inalterable regularidad germánica.

Saldada la deuda balompédica estival con esta pullita a la panda de Raúl, en este inicio de curso repetimos buenas intenciones. Cada poco marcamos en el calendario un hito a partir del cual arrancar un nuevo ciclo en el que prometernos retos y deberes. De algunos ya te he hablado en otras cartas. Ya sabes, apuntarnos a gimnasio y academia de idiomas. Los más emocionados hasta se plantean meterse con el chino, la lengua de las próximas décadas -dicen-, cuando apenas se entienden con el ‘on’ del vídeo.

Al calor de la calefacción, próxima a encender calderas, muchos optan por el bricolaje para mejorar la calidez del hogar con esa estantería que necesitan los libros esparcidos por los suelos, el armario empotrado donde archivar bermudas y pareos, una mesa ergonómica para el ordenador… ¡Tantas son las necesidades de la casa moderna! Es una época dorada para ferreterías y grandes almacenes, convertidos en templos de esta creciente afición fomentada por ese ya mítico programa televisivo en el que en dos tardes te construyen una piscina en el jardín o te levantan un rascacielos.
En todas partes cuecen habas,
aunque sean liofilizadas
Esta fiebre, Mara, alcanza incluso a los propios astronautas del Atlantis, que se han echado un paseo para alicatar la Estación Espacial Internacional. Ya sabes, ponerla más mona, que luzca mejor con sus nuevos paneles solares y, así, dar envidia a los tripulantes de cualquier Objeto Volante No Identificado que se acerque por esta parcela del Universo. No veas las luces que tienen preparadas para poner en la fachada durante la próxima Navidad.

Los chicos de la NASA han estado preparándose durante meses para tan delicada misión de bricolaje espacial. Tanto entrenamiento para toparse con el gran enemigo de todo manitas: el tornillo rebelde. En sus operaciones de alta tecnología han acabado perdiendo una arandela, un muelle y una tuerca. Ahora flotan en el vacío. Como para encontrarlos. En la caja del mueble en cuestión siempre acaba faltando algo. Por no mencionar los dichosos planos, que no entiende ni un ingeniero. Queda demostrado.

Entre las bajas se cuenta además una llave inglesa que se partió. Imagina la escena, Mara. Espera que aprieto un poco más. Y, zas, ya se la cargó el listo. Menuda bronca habrán tenido cuando se hayan despojado del traje espacial. Que si torpe, que si no haces caso, que si burro, que si me vuelvo al transbordador espacial de mi madre, que si hazlo tú si eres tan bueno… En todas partes cuecen habas, aunque sean liofilizadas.

Así que, repanchingado en el sofá, contemplo orgulloso las baldas torcidas de mi librería. Es un homenaje a la pericia y arrojo de nuestros osados astronautas. Con ausencia de tornillo incluida. Total, la Torre de Pisa también les quedó un poco inclinada y, ahí la tienes, monumento universal.

miércoles, 6 de septiembre de 2006

De vuelta sin Plutón... 16 de septiembre...


Centralitas colapsadas, el Congreso reunido en pleno extraordinario, tensión en Moncloa y Zarzuela, 'Verano Azul' remasterizado en DVD, Gasol lesionado y Raúl deprimido, piscinas sin cloro, la Circular reabierta al tráfico rodado, tintorro recalentado en fiestas... Mara comiendo galletas...

La civilización occidental aguarda este jalón en su torpe devenir...

Regresamos el 16 de septiembre de este mismo año, sábado, a las mejores pantallas (de su pc) y a las ondas más dicharacheras...

Operación Retorno sin puntos ni carné... sólo una ligera ciática... en 'A vivir Valladolid'...

...Se acabaron las siestas...

Y el mundo ha seguido girando, incréible... menos Plutón...

¡¡Peque, estamos contigo!!

"Porque el tamaño sí importa", citando a una reputada astrónoma...

P.D. El retratado es El Fary, que las dudas le ofenden.

sábado, 1 de julio de 2006

Operación bikini

Querida Mara:

Una sombra se proyecta sobre la arena de la playa de Las Moreras. Ignorando su posible amenaza, bajo ella podrían refugiarse poblaciones enteras. La barriga rebosa impertinente sobre la goma del bañador. El drama se masca al contener la respiración y meter tripa para ajustarla a la talla de las bermudas de las rebajas del año pasado.

Inútil. Hemos escuchado más a la cigarra que a la hormiga durante el invierno. Y lo estamos pagando hoy, justo este 1 de julio de operación salida de vacaciones. La madrugada del 30 de junio se sobresaltó por los aullidos de pánico de quienes se animaron a probarse el tanguita antes de empaquetarlo en la maleta rumbo a la costa. Demasiado tarde para prevenir la tragedia mientras de fondo suena la banda sonora estival, el melódico opá del Koala.

Invisibles a nuestros ojos, cartucheras y michelines se hacían fuertes en el frío enero. Camuflada bajo la pana, los jerseys y el abrigo de paño, la grasa se acumulaba traicionera. Nosotros, inocentemente inconscientes vivíamos felices tapeando sin intuir lo que se nos avecinaba.

Si te tragas una tarta de chocolate te retiran el carné culinario de golpe para toda la vida

Sé que te prometí en mis propósitos de año nuevo, Mara, acercarme al gimnasio aunque fuera para invitar a un café a la monitora de aeróbic. Pasados siete meses te confesaré que aquella promesa cayó en saco roto al igual que apuntarme a un curso de inglés intensivo o enrolarme en un buque mercante para conocer mundo. De echarme novia, ni hablemos.

En primavera las revistas de la imagen y los trapos, ya plantearon la operación bikini. Toda una estrategia digna del mejor Napoleón. No les escuchamos, preferimos adorar ídolos de barro como la clara bien fresquita para combatir los primeros calores.

Sin embargo, las recetas mágicas del adelgazamiento siempre encuentran adeptos. El boca a boca de las terrazas de autoayuda recomienda una fórmula magistral que viene que ni pintada hoy que arrancan a la limón el carné de conducir por puntos y las caravanas de playeros.

Invisibles a nuestros ojos, cartucheras y michelines se hacían fuertes en el frío enero

Al parecer se trata de una especie de dieta también por puntos, que determina un número de créditos diario. Cada alimento viene a costar una cantidad de los susodichos a distribuir a lo largo de la jornada en función de las calorías de cada alimento. Dicen que funciona y reduce unos kilitos.

Qué quieres que te diga, tanto a mis mollas como a mí mismo, tras comentarlo, nos recuerda mucho al invento de la DGT. Vamos, que si te tragas una tarta de chocolate te retiran el carné culinario de golpe para toda la vida. Multa, ayuno perpetuo y curso de reciclaje vegetariano.

sábado, 24 de junio de 2006

El destete y el pisito

Querida Mara:

A tus siete meses en este mundo de locos, empiezas a recorrer el arduo camino de la emancipación. En este caso, la materna. Todo empezó cuando en el Río Hortega, en el momento en el que tus pequeños pulmones se acostumbraban al oxígeno viciado por las obras, cortaron el cordón umbilical.

Ahora te llega el destete. Adiós a la leche de mamá. Muy sabrosa a juzgar por tu cara de satisfacción. Te ha llegado la hora de probar nuevos sabores. Esos purés de verduras, que sólo ingerimos con gusto a tu edad o el pan convertido en chuche. A fuerza de babearlo acabas convirtiéndolo en papilla de migas.

Es ley de vida. Desde que nacemos, maduramos. Sin embargo, el trepidante ritmo de independencia se frena en seco a partir de este instante. La siguiente etapa en esta carrera de la emancipación puede que te llegue dentro de varias décadas. Toca esperar, querida.

Antropólogos, sociólogos, biólogos, zoólogos y muchas otras profesiones acabadas en ‘logos’ llevan siglos investigando qué nos diferencia del resto de animales. Y, en especial, del resto de mamíferos. Que si el lenguaje, que si la capacidad de imaginar… La respuesta la tienen las inmobiliarias. En el salto evolutivo nos distinguimos de leones, osos, jabalíes, orangutanes o marmotas por el precio de la cueva.

Las mondas de patata aportan una dieta rica
en proteínas, vitaminas y carbohidratos

Un representante gubernamental o similar ha comentado recientemente, basándose en no sé qué estudio, que los treinteañeros no descuelgan sus posters de Mecano del dormitorio porque no quieren. Que siendo mileurista se vive estupendamente. Eso ya es ir a todo tren, cuando muchos no alcanzan los 900. Vamos, que no se van/vamos de casa de los papis porque el servicio está 'mu' mal. O algo así.

No le falta razón. Las hipotecas están al alcance de todos. Al que no le salen las cuentas es porque se piraba las clases de matemáticas. Es fácil, mira, el 90% de sueldo para el banco y el resto para hidroeléctricas, gasistas y demás benefactores. Siempre se puede dejar un 1% para mondas de patata que aportan una dieta rica en proteínas, vitaminas y carbohidratos. Vamos, que si Popeye lo hubiera sabido habría abandonado las espinacas. Y si te sobra, lo ahorras para el master.

En cuanto a los alquileres. Chollos, chollazos. Incluso embargan un poco menos de sueldo, aunque luego sólo te quede el aire. En el sector nos encontramos auténticas joyas… trasteros con bonitas vistas a la plaza 43 del garaje, luminosas buhardillas de ventanas tapiadas, pisos amueblados que bien podrían servir de museo etnográfico… ¡Una ganga!

En fin, Mara, que con el destete probablemente se haya frenado en seco tu proceso emancipatorio. La siguiente etapa, los viajes del Imserso.

sábado, 17 de junio de 2006

Peatones con llantas

Querida Mara:

Tenía que recordártelo, lo siento… 4-0. Impresionante. País conmocionado. Sonrisa generalizada incluso en la cola de los pagadores del IRPF en Hacienda. De pasar de todo por miedo a otra decepción amorosa con la roja, a vernos en el altar de la final pasando por capilla. Así somos, de la nada al todo en menos de un segundo.

Aquí me tienes, mundialeando, que es una forma como otra cualquiera de pasar el rato. ¿Harta ya de ver esféricos y césped hasta en la papilla? Pues te diré, pequeñaja, que no hay mal que por bien no venga. Es decir, que gracias a la fiebre del Mundial, al menos ni nos hemos enterado de la campaña del referéndum del estatut salvo por alguna bronca. A veces los políticos quedan en pañales a los ebrios hooligans.

Mañana juega, entre otras selecciones, la mágica Brasil. Así que si Ronaldinho mete un gol de antología, con un poco de suerte, ni nos enteraremos del resultado de la votación popular a la más fea de marras. Los herederos de Pelé bien lo merecen.

Había pensado hablarte de otras cuestiones pero, como siempre, me abandono por los cerros de Úbeda o San Cristóbal. Este último me viene que ni al pelo porque, aunque pasees cómodamente en tu sillita bajo palio, te consideraremos peatón. Si los conductores deambulan al amparo del mencionado santo, digo yo que los viandantes disfrutaremos de la protección de algún homólogo suyo, aunque sea la de un beatífico becario o santo en prácticas.

En todo caso es un suponer. Más bien quimera, a juzgar por los atascos de furgonetas de reparto y progenitores estresados que, de camino a los almacenes o al colegio, colapsan las escasas calles peatonales de nuestro centro a primera hora de la mañana.

En estas zonas, supuestamente ideadas para caminar, los que no gastamos otra goma que la de la suela de los zapatos acabamos arrinconados contra la pared o incluso encaramados a una jardinera para dejar paso al mensajero urgente de turno.

El verano asoma. Supongo que Ramón García prepara ya su regreso con el ‘Gran Prix’, ese crisol televisivo de culturas de los pueblos de la España estatutaria. Se me ocurre una idea, una nueva prueba: Sortear los vehículos estacionados por quienes les gusta tomarse el cafelito de primera hora con el coche bien aparcado a la puerta. Son unos sentimentales. Eso o se niegan a malgastar una sola caloría caminando más de tres metros porque las extremidades inferiores, más conocidas como piernas, debieron desarrollarse para pisar el pedal del embrague.

Total, que nuestras calles peatonales acaban agobiando más que la M30 en hora punta. Por mis partes, fiel al espíritu darwinista, he dado un salto evolutivo. Me he incorporado retrovisores en la chepa y claxon en la punta de la nariz. En cuanto al tubo de escape, lo dejamos para otro día.

sábado, 10 de junio de 2006

Gigantes caídos

Querida Mara:

Un gigante paseó feliz por las calles de Valladolid hace un tiempo. Aún quedaba alguna década para empadronarte. Corrían años asombrosos en los que en Berlín caían muros de la vergüenza, Cela recogía el último Nobel español en la fría Estocolmo, ‘El club de los poetas muertos’ animaba a los corazones adolescentes a pensar que nada era imposible y la mirada de Bette Davis nos abandonaba para siempre.

Mientras pasaba todo aquello por el mundo, a orillas del Pisuerga, 1989 pasaría a la historia por traernos a un gigante con la delicadeza de una frágil bailarina. Los pucelanos alzábamos la cabeza hasta las nubes, de puntillas, para intuir su barbilla. Eso sí, cuidándonos mucho de que, en un descuido, nos pisara con las enormes barcazas que gastaba de zapatos. Todos nos sentíamos orgullosos de contar con un vecino de tal calibre.

Él parecía a gusto, pese a morar tan lejos de su Lituania natal. Se llamaba, se llama, Arvydas Sabonis. 2 metros y 21 centímetros de puro talento y arte bajo la canasta, a un suspiro de la palma de su mano. La ciudad entera rugía maravillada por sus jugadas en la pista, que acabaron llevándonos a las semifinales de la Korac.

Un gigante paseó feliz por las calles
de Valladolid hace un tiempo

No ha sido el único que nos hizo soñar. Por el Pisuerga han pasado otros notables como los míticos Homicius, Tikhonenko o el cañonero imparable, Oscar Schmidt. Sin olvidar a Lavodrama, Hansen, Brabender, Bustos, Bento o ese chico de la cantera, Lalo.

Infinidad de nombres para una historia que arrancó en enero de 1940 y mucho antes en la cantera del emblemático Lourdes, pese a que mi generación apenas conozca al club de baloncesto de Valladolid con otro apelativo que el de Fórum. Esa única palabra se traduce por estos lares como baloncesto.

De estampitas mal pegadas

Ahora, por unas estampitas presuntamente mal pegadas, cromos de mayores, el club ha enfermado. Los más agoreros, Mara, incluso dicen que agoniza. En todo caso, el diagnóstico es grave.

El club se ha quedado sin patrocinador principal y, de no encontrarlo, podría desaparecer. Vaya preocupaciones, me dirás, cuando respiramos contaminación aliñada con una mijita de oxígeno y las fragatas israelíes se dedican a bombardear chiringuitos playeros.

Quizá sólo reste esperar la llegada de un Dimitri Piterman o declararnos ciudad dormitorio

La memoria sentimental hace de las suyas. Son recuerdos de tardes de sábado en la grada o pegados a la puerta del pabellón, sin entrada, sintiendo las vibraciones de los cristales provocadas por el suspiro de alivio ante la salvación del descenso.

Lo más triste, sin embargo, es la escasa capacidad de reacción de las fuerzas vivas pucelanas. Si existen. Padecemos una abulia mesetaria que nos cerró el Teatro Zorrilla, ni se inmuta mientras el Real languidece en Segunda y nuestro baloncesto puede acabar condenado al patio del colegio.

Muchos presumimos de vallisoletanos, pero son pocos los que dan un paso adelante. Tal vez porque los que más tienen, las grandes empresas, sean en su mayor parte foráneas. Lo nuestro no es lo suyo. Quizá sólo reste esperar la llegada de un Dimitri Piterman o declararnos ciudad dormitorio.

sábado, 27 de mayo de 2006

Frikis al poder

Querida Mara:

Ya me han descrito tu cara de asombro al pasear estos días por unas calles convertidas en vivos escenarios al aire libre y aceras transformadas en plateas. Tu azulada mirada, parece que el color se queda, asiste sorprendida a tantas manos juntas aplaudiendo. Esta no es mi ciudad, me la han cambiado, debes pensar.

Por desgracia a los alérgicos no nos queda más remedio que leer las críticas en los periódicos, escuchar las crónicas de la Moreno en la SER y contemplar con envidia los resúmenes de la tele. Por nuestra salud y la de los funambulistas, no sea que en plena acrobacia encadenemos una ráfaga de estornudos y desconcentremos al artista. Además, con estos ojos enrojecidos e hinchados hasta salirse de las cuencas y tanto esnifar el moquillo explorador, veo que me acaban dando metadona. Si me encuentran en tal estado, no se preocupen. No ingiero tóxicos, sólo soy alérgico.

Cambiando de tercio, o no, este pasado 25 en muchas ciudades de España han celebrado por todo lo alto la primera edición del ‘Día del Ogullo Friki’. Si aún no andas familiarizada con el término, te diré que se trata de una palabra cajón en la que cabemos casi todos. Friki viene a ser, digamos, alguien raro y excéntrico ya sea por sus aficiones, vestimenta o comportamientos.

Considero de tal especie a quienes
asisten regularmente a clase de spining

Es decir, que friki puede serlo cualquiera a ojos de su vecino. Personalmente, considero de tal especie a quienes asisten regularmente a clase de spining, practican padel con entusiasmo, regulan las calorías que ingieren o siguen atentos la cotización del yen. Esto último viene a ser el manga de los yupis. Probablemente ellos piensen lo mismo de quienes exhibimos lorzas o preferimos una tarde entera repanchingados en el sofá viendo la saga completa de Star Trek a la tediosa fase final del Mundial. Viva la lucha de clases.

Y aquí aparece una de las primeras disensiones en el seno de la heterodoxa familia friki, que generalmente suele encasillarse en quienes juegan al rol, visten camisetas de Homer Simpson –si es de Brasil o del Real Madrid, entonces eres normal, dicen-, portan una eterna mochila como apéndice de la espalda o presumen de saber la genealogía completa de todas las razas de El Señor de los Anillos antes de que se anunciara el primer trailer de la trilogía.

Friki puede serlo cualquiera
a ojos de su vecino

La fecha escogida conmemora el estreno de un clásico, Star Wars, un 25 de mayo de 1977. Toda una bandera para muchos. Sin embargo la escisión del movimiento se acerca. Los trekies, o seguidores de la más mítica y aún superiormente legendaria Star Trek amenazan con rebelarse. Vulcanianos contra jedis. Las dos españas de nuevo.

Entre las reivindicaciones planteadas, derechos tan inalienables como tener pocos amigos, o ninguno; el sobrepeso y la miopía; total libertad para exhibir el propio frikismo y dominar el Mundo, convertido en derecho y deber. Supongo que Bush, ese día, brindó en la Casa Blanca disfrazado de princesa Leia -tan de moda gracias a la última ‘tourné’ de la Dama de Elche-. En fin, Mara, así andamos. Que la fuerza te acompañe.

sábado, 20 de mayo de 2006

De oficio, descubridor

Querida Mara:

Unos dicen que nació en Génova. Otros apuestan por la conexión lusitana o catalana. Incluso los más imaginativos han fantaseado con la posibilidad de que el navegante por excelencia, Cristóbal Colón, primero hubiera hecho el viaje al revés, cruzado el charco en esta dirección, para llevarnos de regreso a su hogar. Es decir, que el Almirante fuera americano. Claro, así está chupada su epopeya. Espérate, porque aún algún intrépido le atribuirá origen extraterrestre o mostrará evidencias fotográficas de su retiro junto a Elvis en algún rincón del Índico. Permanece atenta a Milenio Tres.

Entre los muchos misterios de tan agitada existencia, aún se debate dónde reposan sus trasegados huesos. Sevilla y Santo Domingo se disputan el honor. De la defunción, lo único consensuado entre los que saben del tema es que encontró el descanso eterno tal día como hoy, un 20 de mayo de hace ya cinco siglos, en un Valladolid como el que pisamos tú y yo a diario.

De ahí, querida Mara, tanto jaleo de escenarios y gradas en nuestra habitualmente apacible Plaza Mayor. Para recordar un glorioso pasado en el que a orillas del Pisuerga nacían reyes, no se ponía el sol y provocábamos terribles jaquecas en las coronadas seseras de los emperadores. Por esas cosas, has nacido en una ciudad con mucha historia.

Y de ella debemos aprender. No sólo para admirar con nostalgia las hazañas del pasado sino para tomar el impulso necesario con el que construir un mejor futuro gracias a los mimbres que hemos heredado.

Vale. Ya sé que tú, a tus seis meses recién cumplidos, ya sabes coger las tazas por el asa. Que sólo te falta alzar el meñique cual lord inglés. Como lo hagas, prometo arrancar nuestra próxima carta con un sentido ‘Querida Camila’.

Esta Castilla haría bien en echarse a la mar, aunque sea de trigales


Ahora, anunciados tus conocimientos de etiqueta, ponte en el pellejo de nuestros antepasados. En mitad de la meseta, donde la aventura de cada jornada era llenar el estómago, y que te plantean subirte a una cáscara de nuez en busca de un paraíso de casas de oro y ríos de miel. Más o menos como que te inviten a llegar a Marte en seiscientos.

De aquella gesta, que dirían los antiguos, resultó de todo. Maravillas y desastres. Así somos los humanos, que se encogía aquel de hombros. De todas estas celebraciones, que nos traen el reencuentro de Ariel Rot y Andrés Calamaro, algo deberíamos aprender. Buscando tanto cuento que regalarte me he aficionado a las moralejas.

Colón, querida Mara, no tornó la vista a Palos sino que escrutó el horizonte en busca de la orilla soñada entre tanto cálculo cartográfico. Quienes, quinientos años después, recordamos sus luces y sombras algo deberíamos aprender. No sólo de aquel marino extravagante sino de quienes le apoyaron y acompañaron. Esta Castilla haría bien en dejar de mirar a su alrededor, secar las lágrimas por las almenas derrumbadas, redescubrirse a sí misma, levantar un proyecto que sume voluntades e ilusiones y echarse a la mar, aunque sea de trigales. En salud del Almirante.

sábado, 6 de mayo de 2006

Del padre y la madre

Querida Mara:

Aprovechando que mañana es el ‘Día de la Madre’, voy a hablarte de tu padre. Porque él lo vale. Además, como no te dedicas al arbitraje, puede estar tranquilo. Bueno, en realidad, voy a hablar de tu padre y tu madre.

Dice Brassens, por boca de Loquillo, que “en la fiesta nacional yo me quedo en la cama igual, que la música militar nunca me supo levantar”. Algo parecido me sucede con este tipo de celebraciones, especialmente cuando nos vienen directamente patrocinadas por los grandes almacenes, pero haremos una excepción.

Ya sabes, Mara, que suelo llegar siempre con cierto retraso a lugares y circunstancias: a la cita del café, al amor o a la playa. Así que, como se la debíamos desde marzo, tú y yo, esta carta se la dedicaremos a Diego y, cómo no, a Sandra. Más conocidos como los padres de Mara.

Del papi

Y es que, pese a que no seas aún consciente del asunto porque andas más enfrascada en el manual de instrucciones de tus tripas y articulaciones, tu papi es pionero en una práctica que probablemente no tenga nada de extraño cuando te llegue la hora de la maternidad, apuntarse a la baja paternal.

Esto es, compartir con tu pareja la maravillosa carga de noches de insomnio, cambiar fétidos pañales, visitas médicas, vacunaciones y lactancias varias. En esto último el varón suele encargarse de la parte logística. La de dar el pecho aún no toca, creo.

A cambio, presencia la primera sonrisa y los balbuceos con los que, me arriesgo en la interpretación, pronuncias tu primer te quiero… o despertarse contigo entre los brazos.

De la mami

En cuanto a Sandra, faltan palabras. Que madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle, que sentenciamos los hijos únicos cuando corremos al calor de la falda materna en busca de un buen planchado y una sabrosa tortilla de patata.

Sobre la protagonista de mañana, tan sólo te revelaré que basta contemplar la luz de su rostro cuando os reencontráis para intuir que lo daría todo por ti. Cada pocas horas saboreas su amor manando de sus pechos, qué te voy a contar. Dudo que la fruta que empiezas a catar estos días alcance su dulzura. Así que espero que Diego sepa guiarte en la elección del regalo. De hecho, ya acertó. Se lo entregaron mutuamente hace unos meses. Un 18 de noviembre, en la maternidad del Río Hortega.

Y, citando a un buen amigo de cañas y vidas, el bueno de Félix, ciertamente estas líneas me han quedado un tanto ñoñas pero qué le vamos a hacer. La ocasión lo merece. Antes de despedirme, Mara, permíteme que, abusando del pasteleo, le mande un gran beso a un ser muy especial. Ella ya sabe quien es, ¿verdad, mamá?

Postdata: No se admiten reclamaciones ni se recetan jarabes para el ardor de estómago causado por el merengue.

sábado, 29 de abril de 2006

Los 'santos' de los libros


Querida Mara:

Retomo nuestra relación epistolar después de unas semanas de continua ausencia viajera, que me están quedando cara de Willy Fog. Por tu mirada de curiosidad, intuyo que desconoces al tipo. Uno de los muchos personajes de dibujos animados con los que crecimos los treinteañeros actuales y que nos acompañaron en una niñez ochentera tutelada por la Bruja Avería, Espinete o Don Pin Pon.


Hoy en día los peques tenéis amigos igual de entrañables: Los loonies, Julián Muñoz, Dinio… Nosotros jugábamos con las lorzas omnipresentes de la publicidad del muñeco de Michelín, vosotros reís con la neumática Yola Berrocal.

La fecha para retomar estas cartas, en las que te deformo con premeditación y alevosía este mundo por el que deambulamos, no podía ser más apropiada puesto que ayer mismo, en el Paseo Central del Campo Grande, el maestro Marina inauguró oficialmente la 39 Feria del Libro de Valladolid.

Esta edición coincide con el aniversario colombino reclutando nueva tripulación, de reformado equipo directivo, y se embarca en mil rutas librescas. Entre los muchos puertos a los que parte la Feria, ha previsto recalar en el mágico mundo de la ilustración mediante talleres y encuentros con genios del lápiz y el pincel.

Alicia, aquella muchachita que nos guió hasta el país de las maravillas, viendo a su hermana leer en el jardín se preguntaba qué sería de los cuentos sin diálogos ni ilustraciones. Eso nos preguntamos muchos.

Rituales laicos

Para marcar el paso de la infancia a la adolescencia, tribus y religiones establecen todo tipo de rituales y festejos. Los hay meramente simbólicos y otros más crueles. Desde abandonarte en mitad de la jungla en taparrabos a convidarte a tu primer botellón.

Uno de los más dolorosos, en mi opinión, pasa desapercibido. Cuando tu madre te lee en la cabecera de la cama las aventuras de Pulgarcito sientes el deseo irrefrenable de crecer y comprender aquellos crípticos caracteres por ti mismo. En ese espacio de tiempo, los santos son los únicos que te desvelan el contenido de tan estimulante jeroglífico. Ajeno a su texto, manipulas las tapas, comes las hojas y contemplas las escenas durante horas, imaginándote en ellas.

Un día, por fin, aprendes a combinar vocales y consonantes. Has encontrado la clave secreta. La cerradura del cofre se descorre y las páginas abren para ti un universo de sentidos, emociones y sentimientos. Por ley humana, aquella vivaz sensación se transforma en rutina. Observas que los tochos de los mayores sólo transportan letras. Consideras que ya tienes edad para decidir la playa de las vacaciones, llevar pantalón largo y caminar por las narraciones de los adultos.


Quieres ser uno de ellos. Hasta te ves fumando en pipa. Casi repudias los dibujos de tus ediciones. Te avergüenzas de ellos como de los viejos amigos cuando cambias de pandilla. Te enorgulleces del sinfín de párrafos, sin pausas para la evocación ilustrada, que reposan en la mesita de noche. Ya eres mayor. Es la transición laica a la madurez.

No obstante, Mara, cuando lleves muchas páginas en la retina acabarás añorando el pequeño placer de entretenerte contemplando ese arte cercano de los ilustradores. Sentirás que, como tantas otras cosas, al crecer te han robado una parte maravillosa de la infancia. Descubrirás que el arte no ha de censurarse por edades. Aún más al ver en las librerías las joyas que publican para los primeros lectores.

Cuando el estrés laboral, las eternas hipotecas, los marrones de la oficina y los compromisos varios se olvidan de nosotros, nos detenemos a recordar los gustos perdidos: El sabor del chicle de sandía, la siesta diaria, los globos de agua y el rostro de la princesa del guisante.

domingo, 2 de abril de 2006

Terapia horaria


Querida Mara:

Sé que voy con retraso. Abstenerse comentarios maledicentes, estimados amigos epistolares, que la incipiente alergia primaveral me trae más susceptible que sensible. Como decía, llego tarde con el asunto de esta semana. Exactamente unos siete días pero, en ocasiones, las maletas se hacen esperar aún más en los aeropuertos y nos aguantamos estoicamente.

Cualquier avispado de la actualidad, Mara, nos reprocharía tratar el tema hoy y no el pasado sábado pero he demorado esta carta intencionadamente. Lo considero un acto de desobediencia civil. Si ellos -sí, ‘ellos’, con comillas y todo- deciden adelantar el reloj una hora, yo hablo de la cuestión 189 horas tarde. Hala.

Así protesto yo. Cuando ciertos profesionales del sector del transporte montaron una especie de huelga encubierta descolocando los horarios de los pobres usuarios, protesté contundentemente. En vez de un alegre “buenos días”, opté por un lacónico “hola” al subir a sus vehículos. Seguro que esta medida de presión contribuyó de manera decisiva a la resolución del conflicto laboral. Si debían defender sus derechos, estupendo. Huelga, con todas las letras y consecuencias pero nada de medias tintas machacando a los pobres curritos. Que uno va dormido por la mañana, pero no es tonto.

En fin, que me dicen tus sufridos progenitores, tanto el A como el B, que es así como algunos quieren que figuren en el registro civil, que esta mutación horaria, a las dos son las tres, te ha trastocado un pelín y que el insomnio campa por sus respetos. Acabas de nacer y ya te andan regateando el tiempo. Qué estrés.

Hemos creado un club del desconsuelo horario

Te entiendo, no creas. Entre el adelanto de las manecillas y los cambios de presión muchos nos hemos venido arrastrando toda la semana. Por cierto, ¿a qué mente privilegiada se le ocurre cambiar la hora de madrugada? Imagino despertadores sonando en la noche por todo el continente sólo para sincronizar relojes. En plan Equipo A en pijama. Ya podrían cambiarla un lunes en horario de oficina. Seguro que protestábamos menos.

Total, Mara, que he invertido toda la semana en rebuscar mis sesenta minutos desaparecidos en el vacío burocrático. He mirado bajo el felpudo, le pregunté a un hombre de gabardina gris, presenté denuncia en el cuartelillo e incluso pegué carteles en las farolas con sus datos más característicos, segundo a segundo. Ni rastro.

En estas labores, otros se acercaron a mí. Les había ocurrido lo mismo. Así que hemos creado un club del desconsuelo horario con el objetivo de apoyarnos unos a otros. Unos sollozan porque en ese tiempo podrían haber conocido a su media naranja, otros porque habrían conseguido concluir el informe del trabajo y, la mayoría, nos desesperamos ya que en ese ratito naufragó un sueño roto. La terapia va funcionando, creo.

sábado, 25 de marzo de 2006

Gorgojeos de alto el fuego

Querida Mara:

Cuando un bebé nace, las primeras dudas que nos surgen al común de las gentes consisten en preguntarnos si la calva con la que llega es anticipo de alopecias futuras, si permanecerá ese rubio nórdico o tornará en moreno mediterráneo, si ha nacido el ser humano más bello y portentoso en los milenios precedentes… Esas nebulosas, ya sabes, provocadas por los efectos secundarios del éter hospitalario.

Personalmente, una de mis curiosidades más absurdas era escuchar el timbre de tu voz. Ésta es una cualidad tan personal como el iris de los ojos o las huellas dactilares. También es uno de los rasgos que definen el atractivo. Los llantos prematuros dieron la pista hace algún tiempo, pero nada que ver con ese sonido gorgojeante de las parrafadas incomprendidas que te echas mirándonos.

Te observamos, sonreímos, se nos cae la baba y asentimos sin entender ni papa de lo que nos cuentas. No te preocupes, sucede igual con muchos tertulianos aunque ellos no provocan sonrisas pero sí alguna baba.

André Bretón sentenció que “el pensamiento

y la palabra son sinónimos”


He tratado en vano de recoger testimonio sonoro de tus soliloquios para compartirlos con nuestros amigos epistolares. Te niegas. Es ver la grabadora y cerrarte en banda. Espero que no se deba a una mutación genética de tu generación, fruto de las radiaciones nocivas de tomates, salsas rosas y demás condimentos perniciosos de las televisiones. Que aún eres muy pequeña para propinas.

Así pues no puedo más que intentar describir un timbre sano, divertido, puro y, hasta me atrevo a decir, feliz. Desconozco cuánto tardarás en dominar las cuerdas vocales, como el resto de articulaciones, para empezar a estrenar palabras. Cuando sea el momento, aquí recogeremos el primer diccionario panhispánico de Mara.

La casualidad ha querido que inicies la senda del verbo cuando unos encapuchados obsoletos han declarado un ‘alto el fuego permanente’, que llega tarde, muy tarde. A ellos también habría que abrirles un recopilatorio de términos propios, pero esta noticia, sin duda, ha otorgado mayor intensidad a la luz primaveral que vuelve a acariciarnos con el cambio de estación.

La palabra, querida Mara, es el mayor don de nuestra especie pese a que unos cuantos sean incapaces de emplearla. No en vano, André Bretón sentenció que “el pensamiento y la palabra son sinónimos”. En esta etapa que parece iniciarse hay que empezar a vocalizar.

Confío, para cuando domines el vocabulario, que algunas siglas estén tan apolilladas para tu generación como la lista de los reyes godos. Ahora, entiende estos tímidos atisbos de ilusión que nos rodean. Para quienes nacimos hace tres décadas, la sombra de la víbora ha sido demasiado alargada. Siempre presente. Esperemos que, como dijo Buenafuente en uno de sus monólogos más lúcidos, los tejedores de pasamontañas tengan que ir pensando en la reconversión.

sábado, 11 de marzo de 2006

11-M, Su reflejo en el paisaje

Querida Mara:

Acabo de embutir mis aperos en la sufrida maleta, lista para acompañarme. En breve pisaré el andén, me subiré a mi vagón y buscaré con impaciencia el asiento indicado en el billete. Siempre pienso que me he equivocado de vía, de tren y de destino. Lo mismo que en este deambular existencial llamado vida.

Hasta que el revisor no me lo confirma, soy incapaz de disfrutar del paisaje. Ése es uno de los encantos del tren. Se ha convertido prácticamente, junto a la vespa, en el único medio en el que viajar conserva todo su significado. Mientras pasan los kilómetros, Mara, a buen seguro contemplaré las tonalidades de los campos que tímidamente reverdecen, las gentes con sus quehaceres y los edificios que dejamos atrás.

Aunque, en algún momento, en el cristal de la ventana ellos aparecerán reflejados. No puedo evitarlo, cada vez que subo a un tren les recuerdo. Es algo que sucede a muchos. Permanecerán siempre en las mentes de varias generaciones de españoles. No conocía a ninguno de ellos, pero forman ya parte de mi vida y la de todos. Son 191 nombres que apenas dirían nada si no fueran acompañados de apellidos como Atocha, Santa Eugenia y El Pozo.

Dos años han pasado tan sólo. Hoy se cumplen 24 meses desde aquel infausto 11 de marzo de 2004, que ha teñido de luto, para siempre, las ‘emes’ de ‘marzo’ y ‘Madrid’. En cartas anteriores, querida Mara, me empeño en explicarte cómo funciona este tiovivo y mis porqués para algunas circunstancias. Hoy, te lo confieso, me siento incapaz. Aún adormilado te acomodas en tu asiento, rodeado de las mismas caras cotidianas, pensando en tus cosas y, en un instante, la nada.

De aquella jornada, quienes la sentimos, a kilómetros de distancia, conservamos vivencias, sentidos y sentimientos como la angustia de saber que cinco minutos antes un amigo acababa de cambiar de línea constantemente pendientes del móvil como único hilo de enganche a la esperanza.

Como te decía, dos años. Sólo un puñado de meses y no deja de sorprenderme la capacidad de cicatrización de nuestra sociedad. En aquellos instantes en los que contemplábamos en directo las noticias, llegamos a pensar que el planeta entero había descarrilado. Que nada sería igual.

Probablemente estemos demasiado próximos a tan terrible fecha para medir con seguridad las consecuencias pero, hablando y escuchando en estos días de duelo renovado, da la sensación que aquel 11M perteneció a otro siglo. Todo ha vuelto a la normalidad fagocitado por el día a día como cuando los ríos regresan a su cauce tras desbordarse. Dicen que el tiempo todo lo cura, quizá, en este caso, lo anestesie…

sábado, 4 de marzo de 2006

Oscar, del bostezo a la polémica

Querida Mara:

El ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. El dicho se queda corto y, parafraseando aquella canción de Sabina con la que nos dieron las 10 y las 11 y las 12, tropezamos dos veces y tres y cuatro… hasta la terquedad infinita.

Así pues, en la madrugada del domingo al lunes, como en años pasados acomodaré el sofá para una larga velada bien pertrechado de cafetera y pinchos variados para tragarme la ceremonia de los Oscar. ¿No te suenan? Sí, Mara, ya sabes, la versión americana de los Goya españoles.

Pasarela del glamour para unos, tedio absoluto para muchos. No sé por qué me empeño en infligirme semejante castigo. Semejante maratón de estatuillas aburre al más pintado. Nos lo venden como un espectáculo para cinéfilos pero, qué quieres que te diga, una Academia que le niega el pan y la sal a un dios como Scorsese, espera a ‘El color del dinero’ para premiar a Newman y prefiere los gallitos de Banderas a los acordes de Drexler merece poco crédito.

En estos días en los que se habla más de trapos que de celuloide, sin embargo, la singularidad de las películas candidatas está dando más juego que las ediciones rendidas a la versión para consola de ‘El señor de los anillos’.

‘Brokeback Mountain', la peli de los vaqueros gays que pudimos ver en primicia en Seminci, ha derretido las mentes más pejigueras del líder mundial de las libertades. Fíjate si es potencia en esto, que ha exportado franquicia a Guantánamo, Irak, Afganistán… En fin, que ver a los sucesores de John Wayne dándose el pico en las montañas de los pioneros pues ha provocado más de un patatús. Ya sabes, es más honesto rodar Rambo que una de amor.

Total, que se debe estar armando una buena por EE.UU. Clooney se lanza declarando que su soso Batman era homosexual -eso explica lo de Robin- y a la actriz que comparte pantalla con los cowboys, Michelle Williams, su colegio, la Escuela Cristiana de Santa Fe en San Diego, la ha repudiado por promover, cito, “un estilo de vida que nosotros no aprobamos”. A lo mejor habrían preferido ver a los dos muchachotes partiéndose la cara.

Buenas noches

A todo esto, otra de las nominadas, ‘Buenas noches y Buena suerte’ nos refresca la memoria del macarthismo y la caza de brujas. Viéndola, pegado a la butaca, las décadas parecen haberse congelado. Aquella pesadilla no nos vacunó sino que se ha globalizado. Todo el mundo es sospechoso y el estado de derecho se convierte en un frágil edificio de cristal. Confiemos en que algún periodista recuerde que su profesión va más allá de recoger las declaraciones del político de turno y apueste por objetivar la verdad, si es posible, en estos tiempos inciertos.

Por estos títulos merecería la pena el atracón de palomitas, aunque ¿sabes lo que haré? Si Woody Allen prefiere perder el tiempo machacando su clarinete en un tugurio mientras sus colegas se miran el ombligo, yo me iré a dormir que el lunes es día de escuela. Si me hubieran invitado a una fiesta en la mansión de Jack Nicholson, sería otro cantar.

sábado, 25 de febrero de 2006

Recuerdos de 'Cuéntame'

Querida Mara:

Feliz Navidad. No me he vuelto majara, no me mires así con esos ojos turquesones. Si los escaparates y la publicidad han decidido que ya es primavera contrariando al termómetro, cuando nieva yo puedo volver a poner el abeto y las luces. Es más, incluso saltarme la dieta de pizza y picar un poco de turrón. Cada loco con su tema.

Y hablando de perturbaciones. Esta semana hemos conmemorado, que no celebrado, el cuarto de siglo del fracaso de la intentona golpista del 23-F. Febrero tiene dos fechas marcadas indeleblemente en este país. San Valentín y el recuerdo del asalto al Congreso.

Cada una conserva sus particulares rituales. Cupido, sus rosas, y Tejero, sus frases míticas. Su ‘¡Al suelo todo el mundo!’, pipa y mostacho en ristre, han pasado a la memoria colectiva como las muletillas de Chiquito y el ¡Qué pasa, neng! Perdón por la falta de gracia al citar al chaval de ‘Castefa’. Sus tiros al techo del hemiciclo se conservan como atractivo turístico.

La historia reserva cierta justicia poética para sus protagonistas. No obstante, aún quedan nostálgicos. Sin ir más lejos, el jueves ondeaba en uno de los edificios de Duque de la Victoria una gran bandera del antiguo régimen.

Febrero tiene dos fechas marcadas en este país: San Valentín y el recuerdo del asalto al Congreso


Contándote esta batallita, Mara, te pareceré lo menos, lo menos… más viejo que Los Simpson… No creas. Cinco añitos recién cumplidos. De aquella jornada apenas recuerdo situaciones cotidianas como los nervios en la calle, las caras preocupadas de los mayores que hablaban de cosas que no entendía, la gente arremolinada en los bares frente al televisor, las radios a toda pastilla… poco más. El resto de memoria se confunde con lo aprendido al ir creciendo.

Muchos miraban al Paseo San Isidro esperando ver bajar los tanques de San Quintín. Y a uno, que por aquel entonces le chiflaba jugar con los airgamboys y los clicks de famóbil, le hacía cierta ilu ver en vivo aquellos juguetes tan grandes. Lo mejor, que al día siguiente no hubo cole. Así que aquel señor del bigote y el tricornio acabo apareciéndose a los niños como un Papá Noel de verde oliva.

Dicen que aquella intentona vacunó a la democracia. Así, por fin, en este país una generación crecimos en libertad pensando sólo en La bola de cristal y las trastadas de la Bruja Avería. Con el paso de los años los madelman acabaron en los museos y servidor comprendió que aquellos juguetes de caqui, donde mejor están, es aparcados en el garaje y sin gasolina.

sábado, 18 de febrero de 2006

Hipocondria vital

Querida Mara:

Feliz cumplemeses. Perdona el palabro pero, dado que justamente hoy cumples tu tercer mes entre nosotros, la ocasión lo merece. Seguramente el Diccionario Panhispánico de Dudas nos absolverá la osadía lingüística. Disfrútalo. Sólo se cumplen tres meses una vez. Lo mismo te dirán cuando celebres tu primer aniversario o arribes a la mítica mayoría de edad.

Ufff… Un trimestre entre nosotros. Cosecha de cates y aprobados en los boletines de notas de la vieja escuela… un mundo, Mara. Un mundo contigo.

Ayer, precisamente, te tocó la revisión de los tres meses y, perdona la comparación, la situación me trasladó al concesionario. Mientras que tú aún andas en rodaje, los demás empezamos a renovar la ITV. Hasta cerca de los 30 el cuerpo humano parece en eterna garantía a prueba de bombas y salvajadas. Con el paso de década, cinco minutos robados al sueño nocturno por culpa de Eva Hache o una inocente tertulia te convierten en zombi y los dolores ocasionales anticipan ya algún achaque crónico.

La seguridad obsesiva se ha convertido en la pandemia de esta sociedad hipersana

Ya se sabe que, citando a Twain, la única manera de conservar la salud es comer lo que no quieres, beber lo que no te gusta, y hacer lo que preferirías no hacer. Condiciones que convierten a este preciado bien en mera quimera.

Por supuesto, tu diagnóstico era el previsto: "Sana como un toro". Supongo que el símil taurino sirve hasta que al animal de lidia le presentan al banderillero. En tu caso, basta con contemplar esos mofletones para adivinarlo.

Asepsia global

Tres cosas le pido a la vida, dice la copla. Una de ellas, salud. Deseo éste que en el opulento occidente incluso llega a convertirse en enfermedades tan paradójicas como la vigorexia o la compulsión de quienes convierten sus cocinas en laboratorios bioquímicos.

En nuestra peculiar burbuja aséptica de un mundo pasteurizado y desinfectado, nos transformamos en alérgicos permanentes y el terror no sólo llega de la mano del fanatismo político o religioso. El miedo, en estos últimos meses, tiene alas. Siempre las tuvo, pero ahora con plumas y pico.

La alerta de la gripe aviaria llena portadas y, sin embargo, apenas tiene eco cualquiera de las guerras olvidadas que ha aniquilado a más personas de las que ha contagiado esta nueva amenaza global.

La seguridad obsesiva se ha convertido en la pandemia de esta sociedad hipersana. Nuestros miedos a perder este paraíso aséptico acabarán haciéndonos entregar las llaves de la dorada jaula en la que voluntariamente nos recluimos. Así renunciamos obedientes a derechos y libertades cuando se enciende la alerta roja sin que el acongoje permita el pensamiento crítico. Nos hemos convertido en hipocondriacos de la vida misma, Mara.

sábado, 11 de febrero de 2006

Desconectado

Querida Mara:

¿Cómo ha ido esa semana? Me sigo preguntando qué pensarás desde esa atalaya privilegiada del cochecito de bebé. Algo opinas porque las divertidas muecas de tu cara delatan que ya comienzas a sentir esa necesidad humana de comunicarte. De momento tu máxima expresión se manifiesta en audibles llantos.

Pronto, cuando menos lo pensemos, brotarán palabras de esas cuerdas vocales que se desperezan lentamente. ¿Cuál será la primera? Esperemos que no sea ‘estatut’… Cuidado también con los garabatos que pintes, que no está el horno para bollos.

Este sábado la carta ha estado a punto de naufragar antes de arribar a tan especial buzón radiofónico. Todo porque la pantalla del ordenador se fundió en un intenso negro y ahí sigue, de luto perenne. Ni se inmuta. Pasotismo total. Ni siquiera el rítmico palpitar del cursor. Le ha dado el telele. Orfandad absoluta.

Cuando lo dejé para alimentarme con mis hidratos de rigor, mientras él consumía su habitual dosis de kilovatios, nada presagiaba la tragedia. Nos despedimos, como de costumbre, con esa peculiar musiquilla del Windows y sus pequeñas rutinas informáticas. Al volver, sin causa conocida, estaba caput.

Escribir a mano

Realicé todo tipo de exorcismos y prácticas recomendadas para estas emergencias. Ni se inmutó. Estuve tentado en la solución definitiva que me recomendó más de un amigo entendido en cuestiones de chips, pero hemos compartido demasiados buenos momentos como para practicarle unos mamporros de campeonato. Tentado estuve de lanzarlo por la ventana, eso sí.

Resignado a mi incapacidad manifiesta para revivir al compañero caído, recurrí a los profesionales. A esos seres imbuidos del poder que les concede nuestra ignorancia, los nuevos sacerdotes de esta era de fervor tecnológico y trascendente fe científica.

Su rostro, inmutable. ¿Qué le pasa doctor? Me sentía como un paciente impotente confiando en que las habilidades mágicas del chamán moderno recuperaran mi identidad. Y es que en las tripas virtuales del portátil reside, perdido en la nada del silicio, mi identidad y, cómo no, la intimidad de mi conciencia. Artículos, fotos de entrañables momentos, canciones de la banda sonora de una vida, mis cuentas con Hacienda… el todo sin el que soy nada.

Mi llanto desesperado de poco sirvió para entender el diagnóstico. No se qué de ‘lajuntalatrócola’ y ‘un pastón’… sollozos.

Así que, fiel a mi cita epistolar, aquí me tienes recordando el empleo de esas extrañas herramientas llamadas bolígrafos. Al parecer se sujetan entre los dedos pulgar e índice, sostenidos con la ayuda del callo del anular, y se deslizan sobre la blanca superficie del folio. No me acordaba ya de cómo se hacía esto de escribir. Curioso, aunque debo practicar porque la tinta se malgasta en ilegibles borratajos. Nunca se me dieron bien las manualidades.

Este dramático incidente, sólo comparable a crisis urbanas como el corte del suministro de agua o electricidad me ha enfrentado a lo cruel que puede ser la vuelta a la naturaleza.

Pensarás, junto a los oyentes, que soy un tremendista hipocondríaco. Una prueba, apaguen su ordenador por el corto espacio de 24 horas… se volverán locos… Nada de correos electrónicos ni consultas web o procesadores de texto. Ya me comentarán la experiencia. No me atrevo a proponerles el mismo ejercicio con el móvil. No soy tan sádico.

sábado, 4 de febrero de 2006

Penicilina en masculino

Querida Mara:

Siglo y medio de historia vallisoletana echa el cerrojo. Cuando crezcas un poco más y hayas descubierto tu pequeño universo cotidiano, asumirás inconscientemente que la realidad permanece inalterable salvo matices. Sin embargo, el paso del tiempo te sacará a tortas del engaño.

En el momento en el que alcances la edad de los recuerdos imperecederos ya no quedarán muchas de las cosas que asumiste como eternas cuando diste el salto del gateo al paseo.
El Teatro Pradera de sesión continua, los cines Coca del estreno de Star Wars, La Calleja de noches de cortos y tertulias ni siquiera te sonarán a batallas de la Mili. Y ésta, por suerte, te recordará más a los visigodos.

Los gustos, como las especies , deberían protegerse aunque sea en Parques Naturales


Tampoco estará El Penicilino, que acaba de cerrar sus puertas. Para entonces, probablemente en la fachada del número 5 de la Plaza de la Libertad ya no colgará uno de los más emblemáticos carteles del Valladolid nostálgico, 'Vinos, alcoholes y licores, Juan Martín Calvo'.En este mundo de sabores globales a comida rápida, idénticos en Tokio y en París, perdemos otra sensación del paladar. Los gustos, como las especies en vías de extinción, deberían protegerse aunque sea en Parques Naturales. No sólo se clausura un templo de la melancolía de lo que fuimos sino que ya no servirán esa mítica bebida, El Penicilino, que dio nombre al establecimiento que la servía.

El licor, de fórmula más secreta que la Coca-cola, fue bautizado con tan medicinal apodo por un estudiante que aprovechó la novedosa comercialización del medicamento en el lejano 1940. Ocurrencia que siempre me despertó cierto recelo porque, alérgico como es uno al descubrimiento del doctor Fleming, sospechaba del brebaje de regusto oporteño. Su fiel compañera, la humilde zapatilla, ponía el contrapunto sólido para empapar en el estómago.

En su esquina, la misma desde hace 150 años, la taberna se acabó convirtiendo en museo del que presumir ante las visitas de otras ciudades. La boca del amigo madrileño o valenciano siempre se abría de par en par ante la grandiosidad de sus portentosas tinajas, como frescos costumbristas colgados de las paredes, y su añeja barra.

No podemos permitirnos el lujo de relegar nuestra herencia a postales de tonos sepia

Sus frías mesas de mármol permanecieron mudas, en secreto de confesión, sin revelar las charlas a las que sirvieron de acomodo con el auxilio digestivo de su licor casero. Amores y desengaños, rabietas por cates injustos en la vecina Universidad, sueños de un mejor porvenir, el paso de la carpeta a la corbata, disgustos por el gol que no entró… millones de conversaciones que rondarán por la cantina como psicofonías cotidianas.

Tenemos puesta las esperanzas del nuevo Valladolid que nos viene en los diseños de Bofill y los soterramientos de la alta velocidad. Al futuro, como a los que venís pisándonos los talones, Mara, jamás hay que acotarle el paso pero tampoco podemos permitirnos el lujo de relegar nuestra herencia a postales de tonos sepia.

sábado, 28 de enero de 2006

La conspiración del hombre del tiempo

Querida Mara:

Ahora que tus sentidos se despiertan, a juzgar por las divertidas expresiones de tu cara, habrás empezado a notar todo tipo de sensaciones. Entre ellas, el agobio de verte sumergida en una infinitud de capas de ropa.

“¿Mis papás quieren convertirme en cebolla?”, te preguntas en secreto. Te tranquilizaré. No creo que esos sean sus malévolos planes. Quizá te aguarden otros aún más crueles como pretender que emules a Mozart, en éste su año recién inaugurado, y te ingresen de urgencia en la cadena perpetua del solfeo. Me da que tampoco.


Lo paranormal sería ver osos polares

patinando en la Plaza Mayor


Tantas precauciones se deben al temor de que te constipes en tus paseos matinales. El estornudo de bebé altera más a unos progenitores primerizos que el estallido de una guerra termonuclear. Es lo malo que tiene haber nacido a las puertas del invierno, Mara. Ya ves, los que llegan en julio o agosto andan felices con el pañal y poco más. A lo Gandhi.

Y así se me ocurre, como perito en lunas, que tal vez de ahí se nutran las playas nudistas. De los nacidos en el soleado veranito. Esta teoría te parecerá absurda. Lo es, no te quepa duda. Pero si le financian a un profesor universitario el descubrimiento de la fórmula de la depresión de la cuesta de enero, ¿por qué no nos iban a subvencionar a nosotros este descubrimiento antropológico?

Volviendo a nuestro tema de hoy. Entre las nuevas sensaciones que estás empezando a percibir, el frío. Seguro que te extraña tan curioso fenómeno. Parece que a los mayores también. De siempre, en invierno hacía frío y en verano, calor. Entre medias, al menos en Castilla, unos fugaces días templados en los que ‘ni chicha ni limoná’.

Todo es una conspiración de los hombres y mujeres del tiempo para ganar protagonismo

Pues bien, Mara. Si nieva en enero, resulta que acontece una ola polar y el gris hombre del tiempo es trasladado del epílogo somnoliento de los informativos a la espectacular portada. Es la gran noticia. Conexiones en directo con las regiones afectadas. El drama en vivo. Está pasando, está nevando y se lo estamos contando. El país se detiene conmocionado. ¡En invierno pasamos frío!

La extrañeza generalizada por usar bufanda en este mes, sí que es un fenómeno psicológico. Y creo que conozco la razón. Me llamarás paranoico, pero me temo que es cierta. Me sacrificaré por la causa, en plan Galileo cuando sostuvo que la Tierra giraba en torno al Sol y le condenaron.


Lo he descubierto y no me lo callo…

Todo es una conspiración de los hombres y mujeres del tiempo para ganar protagonismo. Ya estaban más que hartos de que aprovecháramos su aparición, con sus currados mapas y las coquetas isobaras, para recoger la mesa o echar una cabezada. Así que, siguiendo el ejemplo de Bush con Al-Qaeda, aprovechan el temporal para dominar nuestras vidas.

Se han conjurado en un cónclave secreto para convertirse en los nuevos gurús. Son los sacerdotes que rigen nuestras vidas mientras dura el tembleque. Te lo digo yo. Nos amenazan con mil maldiciones si desobedecemos sus instrucciones.

Me he declarado elemento subversivo y me daré un paseo por el Campo Grande cencellado

“No salgan a la carretera. Desistan de pasar el fin de semana donde sea porque lloverá”, profetizan tras consultar el oráculo del meteosat. Es más, su emergente dictadura se tiñe de paternalismo y nos aconsejan, como madrazas, que no salgamos sin mantita ni termo ni cadenas ni móvil.

Es enero. El termómetro baja de cero… lo paranormal sería ir en bermudas con 40º C a la sombra o ver osos polares patinando en la Plaza Mayor… En fin, que me he declarado elemento subversivo y en plan radical me daré un paseo por el Campo Grande cencellado y compraré castañas en un puesto callejero. Cuando vuelva a casita, me prepararé un chocolate calentito y me leeré los últimos relatos de Rafael Martínez Sagarra que ha publicado Café Compás. Incluso pondré el CD de ‘Blanca navidad’, versión pitufa, para chinchar.

Pero antes, te dejaré con una inquietante pregunta… ¿los malvados meteorólogos comerán ratones como en ‘V’?