lunes, 25 de diciembre de 2006

La gripe

Querida Mara:

El cuerpo está ahí. No me refiero a Elle McPherson ni al objeto del delito sino al tuyo, al propio de cada uno. Como sucede con la caldera, sólo nos acordamos de él cuando se estropea coincidiendo con las primeras nieblas. Ocurre igual con nuestro organismo, del que sólo nos preocupamos cuando da guerra. En este caso, tu primera gripe, con flemas incluidas en homenaje a los especiales de aquel legendario Martes y Trece que nos salvaban del tedio navideño general.

Ahora eres demasiado pequeña para comprenderlo, especialmente porque aún no dominas la expulsión controlada de mocos, pero la gripe mola. Gracias a ella te escaquearás primero del cole y después del trabajo. Cuando se agotan los moscosos y las vacaciones se desvanecen sin puentes a la vista, confía en ella. Acabará llegando.

Te lo dice la experiencia. En esta cuestión te habla todo un experto del asunto viral. A lo largo del año no hay bichito microscopio que renuncie a la calidez de mi interior. Inconscientemente debo ser un anfitrión de cinco estrellas y bufette libre para estos gamberros de la tos. Desconozco si albergo piscina climatizada o mis glóbulos blancos son objetores de conciencia, pero casi me acompaña una por estación. Menos mal que tomo naranjas.

Así que dada mi flojera, he aprendido a sacarle partido a los estornudos. Te recomiendo que hagas lo mismo. Ya sabes, siguiendo la doctrina de Bruce Lee, “empty your mind. be gripe, my friend”. Vamos, que te dejes llevar o algo así.

Pasados los peores momentos de fiebre, escalofríos y delirios, deléitate con los mimos ajenos. Disfruta de la caricia del nórdico arropándote. Las siestas mejoran con unas décimas arrullándote. Los agobios cotidianos quedan aparcados en un oasis de sosiego perfumado de vicks vaporub y vapores de eucalipto.

Normalmente nos resistimos. Luchamos, peleamos en vano. Nos hacemos los valientes. Acudimos a la oficina pañuelo en ristre. Son esfuerzos inútiles. Los virus han pagado paquete turístico por nuestras mucosas y no abandonaran el complejo hotelero. Como la familia, vuelven por los primeros fríos para ayudarnos a escapar de los estreses cotidianos. Saquémosle partido.

En el sofá bien tapaditos, con el jarabe y el termómetro cerca, es una oportunidad de conocer la programación televisiva matinal. Horario éste reservado normalmente a quienes se ocupan del hogar, jubilados y estudiantes en semana blanca. Ante nosotros se abrirá, estimulados por la fiebre estupefaciente, un universo sin igual de recetas de cocina, consejos saludables, tertulias que naufragan del rosa al amarillo, sucesos que superan Pesadilla en Elm Street y un montón de maravillas del entretenimiento diario.

Tan sólo ha sido un ejemplo de los beneficios de la susodicha congestión. Total, Mara, con medicamentos dura una semana y sin ellos, siete días.

1 comentario:

Angel Javier dijo...

Muy bueno compañero. Tu reflexión me ha sentado mejor, mucho mejor, que el Frenadol, ahora que estoy postrado y griposo, y me cuesta hasta asomarme a internet. Un abrazo Poeta.