sábado, 4 de febrero de 2006

Penicilina en masculino

Querida Mara:

Siglo y medio de historia vallisoletana echa el cerrojo. Cuando crezcas un poco más y hayas descubierto tu pequeño universo cotidiano, asumirás inconscientemente que la realidad permanece inalterable salvo matices. Sin embargo, el paso del tiempo te sacará a tortas del engaño.

En el momento en el que alcances la edad de los recuerdos imperecederos ya no quedarán muchas de las cosas que asumiste como eternas cuando diste el salto del gateo al paseo.
El Teatro Pradera de sesión continua, los cines Coca del estreno de Star Wars, La Calleja de noches de cortos y tertulias ni siquiera te sonarán a batallas de la Mili. Y ésta, por suerte, te recordará más a los visigodos.

Los gustos, como las especies , deberían protegerse aunque sea en Parques Naturales


Tampoco estará El Penicilino, que acaba de cerrar sus puertas. Para entonces, probablemente en la fachada del número 5 de la Plaza de la Libertad ya no colgará uno de los más emblemáticos carteles del Valladolid nostálgico, 'Vinos, alcoholes y licores, Juan Martín Calvo'.En este mundo de sabores globales a comida rápida, idénticos en Tokio y en París, perdemos otra sensación del paladar. Los gustos, como las especies en vías de extinción, deberían protegerse aunque sea en Parques Naturales. No sólo se clausura un templo de la melancolía de lo que fuimos sino que ya no servirán esa mítica bebida, El Penicilino, que dio nombre al establecimiento que la servía.

El licor, de fórmula más secreta que la Coca-cola, fue bautizado con tan medicinal apodo por un estudiante que aprovechó la novedosa comercialización del medicamento en el lejano 1940. Ocurrencia que siempre me despertó cierto recelo porque, alérgico como es uno al descubrimiento del doctor Fleming, sospechaba del brebaje de regusto oporteño. Su fiel compañera, la humilde zapatilla, ponía el contrapunto sólido para empapar en el estómago.

En su esquina, la misma desde hace 150 años, la taberna se acabó convirtiendo en museo del que presumir ante las visitas de otras ciudades. La boca del amigo madrileño o valenciano siempre se abría de par en par ante la grandiosidad de sus portentosas tinajas, como frescos costumbristas colgados de las paredes, y su añeja barra.

No podemos permitirnos el lujo de relegar nuestra herencia a postales de tonos sepia

Sus frías mesas de mármol permanecieron mudas, en secreto de confesión, sin revelar las charlas a las que sirvieron de acomodo con el auxilio digestivo de su licor casero. Amores y desengaños, rabietas por cates injustos en la vecina Universidad, sueños de un mejor porvenir, el paso de la carpeta a la corbata, disgustos por el gol que no entró… millones de conversaciones que rondarán por la cantina como psicofonías cotidianas.

Tenemos puesta las esperanzas del nuevo Valladolid que nos viene en los diseños de Bofill y los soterramientos de la alta velocidad. Al futuro, como a los que venís pisándonos los talones, Mara, jamás hay que acotarle el paso pero tampoco podemos permitirnos el lujo de relegar nuestra herencia a postales de tonos sepia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Allí me dejó mi primera novia... en sus mesas nos reconciliamos... y hoy, 20 años después, lloramos el cierre de nuestro bar pucelano favorito.

Un abrazo desde los madriles.

Anónimo dijo...

Como siempre, genial.

Con el cierre del penicilino, muere un trocito de Pucela.

Saludos y que Mara siga tan wapa como hasta ahora...